Córdoba, año 1425 aproximadamente…
Era un día lluvioso, plomizo y frío. El Hábito empapado se le pegaba al cuerpo y el agua resbalaba por la capucha y el cíngulo. Las sandalias apenas se distinguían entre el barro y la suciedad de las calles. Aún le quedaban unas horas para llegar a su convento, que estaba en las primeras faldas de la sierra y su intención era llegar antes del ocaso.
De pronto, al pasar por las puertas del convento de San Pablo, el cielo se oscureció, un rayo iluminó brevemente la escena y la lluvia arreció; con resignación, buscó refugio en la puerta del compás, esperando si amainaba la lluvia. Otro rayo hizo que su vista se fijase en un bulto que había a pocos metros de él; se acercó y vio que era un mendigo. Conmovido por el estado en el que se encontraba decidió llevarlo a su convento.
Así inició la marcha, con el mendigo a la espalda. Anduvo bajo la lluvia hasta que llegó a la puerta del Colodro, y tomó el camino de la sierra. A las dos horas, empezó a divisar Torreberlanga, lugar donde estaba su convento. Era curioso, entre oración y oración, notaba como si el mendigo pesase cada vez menos; pues el camino era un lodazal y, sorprendentemente, a pesar de cargar con el mendigo, no se hundía y ni tan siquiera resbalaba en la pendiente.
A pocos metros del convento, notó que le mendigo despertaba de su sueño; se revolvió un momento y justo cuando llegaba al atrio del convento, el mendigo le preguntó que donde estaba.
Fray Álvaro, dejándolo apoyado contra la pared, le contestó que estaba en el Convento de Scala Coeli. Asegurándose de que no se mojaba y estaba tranquilo entró en la portería del convento buscando al hermano portero.
Cuando lo encontró, le explicó la situación y salieron los dos a la puerta. En ese momento un rayo cayó en lo alto de un cerro que se encontraba a pocos metros provocando un incendio. El hermano portero dio la voz de alarma, y salieron todos los monjes a apagarlo. Otro rayo, esta vez de una luz blanca muy pura, iluminó el lugar donde estaba el mendigo…
Fray Álvaro, movido por una fuerza interior, giró la cabeza y vio con asombro que, donde debería de estar el mendigo, había una efigie de Cristo Crucificado. La imagen irradiaba una luz pura, e inmediatamente reconoció los rasgos del mendigo. Con los ojos inundados de lágrimas se postró de rodillas ante la imagen y orando, decidió consagrar ese paraje a la Vía Dolorosa o Vía Crucis de Jesucristo…
Córdoba, 14 de septiembre de 2013
Cuenta la historia, que la noche de ese día fue histórica. Nunca hubo tanta FE ni pasaron tantas cosas extraordinarias. Cuenta la historia que el pueblo vivió su FE como nunca, y que las hermandades que participaron esa noche dejaron estampas para la historia durante ese día y la madrugada, estampas que cambiaron a la gente para siempre…
Cuentan que a media mañana, en el convento de Santo Domingo cayó un rayo, aun estando despejado y la figura de un monje salió del mismo y comenzó a bajar hacia la ciudad.
Cuenta que esa noche fue la noche en la que la Reina de los Mártires fue llevada por Fausto, Flora, Sabigoto, Januario, Acisclo, Victoria y tantos que derramaron su sangre y su aliento por la FE en la Resurrección… la noche en la que la música quiso acompañar a esa música celestial que es su bambalina y la cera rizá quiso perfumar junto al incienso, el caminar de la Reina del Cielo con la advocación más cordobesa de todas.
La noche en la que Córdoba revivió aquellas horas de hace 2000 años… la noche en la que San Rafael fue testigo de chicotás eternas… algunos cuentan que San Rafael, cuando presidía el triunfo del obispado no pudo resistir la tentación y cuentan que se hizo personar y abandonó su pedestal…Que estampa más increíble: los Mártires y los Patronos de la ciudad bajo las trabajadoras de la Reina y San Rafael…
La noche en la que al igual que aquella tan lejana, Jesús oraba en el monte de los olivos y un ángel lo reconfortaba. Cuentan que en la calle de la feria, los naranjos florecieron de pronto de azahar y el Ángel esbozó una enigmática sonrisa cuando un monje se distinguió entre la multitud.
La noche en la que el Señor de Córdoba estuvo en la Catedral, mientras sus manos atadas recogían tantas besos y oraciones, que una lágrima se deslizó por su mejilla, y debajo suya dos muchachos jóvenes se volvían a encontrar después de mucho tiempo…
La noche en la que San Rafael y los Mártires, revestidos de la alegría de los gorriones y la belleza de las palomas, quisieron revolotear junto al Señor de las Penas con trinos de bujerías Gitanas y cantes Jondos, las Seguidillas y Tarantas ponían música al caminar de sus costaleros calés…
La noche en la que San Rafael y los Mártires se convirtieron en agua del río para que Pilatos se lavara las manos en un acto que condenó al Rey de los Cielos, secándose con un trozo de tela que le dio su mujer…mientras un mar de plumas blancas relucientes como el sol emitía sones de solemnidad…
La noche en la que pidieron la Redención del alma de aquellos que tiñeron el suelo del pretorio con la sangre de dos madres en aquella fría mañana de diciembre… y el Señor repartió Redención en aquel lugar en forma de lágrima que después de una levantá fue a caer sobre las flores que las recuerdan.
La noche en la sintieron como suyas cada una de las espinas que a golpes le ajustaron al Hijo de Dios dos romanos…y fue San Rafael el que se quitó el manto y se lo puso al Señor para aliviarle el sufrimiento, y los Mártires se hicieron oro de la túnica y el cordón como queriendo demostrar la riqueza de su sacrificio
La noche en la que, a pasitos cortos, acompañaron la Pasión del Señor…y San Rafael fue abriendo paso junto a las caballerizas para que los Mártires agrandasen ese arco que sirve de puerta celestial….
La noche en al que como tantos toreros imaginaron solo una cuadrilla hizo la faena de la tarde, y San Rafael hizo el milagro y en Santa Marina, Manolete bajó del cielo por la Puerta Grande y ayudó a Jesús Caído a levantar la Cruz…
En la noche en la que San Rafael y los Mártires proclamaron a los cuatro vientos el dogma de la Santísima Trinidad y se hicieron para limpiar la bendita cara del Señor Nazareno…
La noche en la que vieron la Humildad y Paciencia del Hijo del Hombre y se transformaron en agua bendita de unos jardines para que un sanedrita apagase la sed del Nazareno, mientras un soldado a caballo señala a un esclavo quien es el Hijo de Dios…
La noche en la que Dimas fue el segundo redimido de sus pecados mientras la Virgen Maria y San Juan buscaban consuelo en el rojo calvario de claveles que quisieron ser San Rafael y los Mártires…
En la noche en la que de pronto se hizo el silencio al ver a una madre con la mirada baja, mientras su hijo eleva su último aliento al Padre… y una paloma, símbolo de paz, llevó ese último aliento a los cielos…
La noche en la que cuentan que San Rafael y los Mártires con los rayos de sol, tejieron el velo de tinieblas que acompaña al Señor de las Ánimas, el señor que las guarda y cuida hasta que suben al Padre…
En la noche en la que todo se convirtió en muerte, y San Rafael y los Mártires quisieron ayudar a descender de la cruz al hijo, y lo depositaron en brazos de su madre que traía el corazón traspasado por la Angustia de ver a su hijo muerto en brazos…
En la noche en la que el sepulcro acogió el cuerpo sin vida del Señor, siendo el primer sagrario…y se quedaron custodiándolo para ser los primeros en dar la noticia que todos esperaban…
En la madrugada ya avanzada, como aquella de hace 2000 años en la que se produjo el milagro que sustenta nuestra FE: ¡JESÚS RESUCITÓ!
Y las campanas de Santa Marina tocaron alegres, los gorriones proclamaban con trinos la buena nueva y un Arcángel señala al mundo que Jesús RESUCITÓ mientras dos soldados romanos no dan crédito a lo que ven…
Todo eso cuentan que pasó esa noche…no se si será verdad pero desde esa noche tanto las imágenes de San Rafael y San Álvaro lucen una pequeña marca en el cuello, testigo silencioso de lo que sintieron esa noche cuando coincidieron…
Recordatorio Lejos de tu Humildad