Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte.
La devoción del pueblo almonteño a la Virgen del Rocío está entroncada con las mismas raíces históricas de esta religiosidad mariana comarcal, primitivamente conocida bajo la advocación de Santa María de las Rocinas.
Cuando Alfonso XI en el Libro de la Montería inserta los datos relativos a las zonas de caza de las tierras de Niebla, señala como los mejores cotos los que están “cabo de una iglesia que dicen Santa María de las Rocinas e cabo de otra iglesia que dicen Santa Olalla”.
Desde esta época acudirían devotos de Almonte a orar ante la imagen de la Virgen del Rocío, en especial aquellos vecinos que se dedicaban a las tareas de tala de árboles y al pastoreo de los ganados. Es lógico pensar que también conocerían y frecuentarían la ermita de Santa Olalla.
Pero es a partir del siglo XV cuando verdaderamente comienza a enraizarse firmemente la devoción rociera en Almonte y los otros pueblos cercanos al santuario.
En el siglo XV, cuando tiene lugar el descubrimiento de la imagen de la Virgen, ocultada en las malezas de las Rocinas para librarla de la profanación de los sarracenos, en sus incursiones y razzias del siglo XIV, muchos vecinos de Almonte y otros lugares contribuyeron a la erección de una ermita “de diez varas de largo” para dar culto a la Virgen. Y mientras esto ocurría fue llevada a la parroquia de la localidad donde recibió la veneración de los almonteños.
Una vez colocada de nuevo la Imagen de la Virgen en su ermita, el pueblo de Almonte solicitó muchas veces del Concejo y Regimiento de la villa que fuera traída la Virgen para socorrer a la población de epidemias y sequías. Y en todas las ocasiones que esto sucedió los almonteños se vieron favorecidos por la intervención de la Virgen Santa María, que siempre escuchó las súplicas llenas de verdadera religiosidad y fundamentadas en una profunda fe cristiana.
Por entonces el culto en la ermita de Nuestra Señora de las Rocinas era muy inconstante. Pero el 11 de febrero de 1587 el sevillano Baltasar Tercero deja en testamento, otorgado en Lima, un caudal de dos mil pesos ensayados con destino a la fundación de una capellanía y quinientos pesos más para reparos en el santuario, ornamentos y para el clérigo que la sirviere.
En dicha fundación se establece que de la renta de la capellanía se diga una misa todos los días del año o cuanto menos cuatro misas a la semana y los días de fiesta cantadas. En ella también se nombran por patronos de la capellanía a la Justicia y Regimiento de la Villa de Almonte, al cura y vicario de dicho pueblo y al pariente más cercano que tuviere Baltasar Tercero. En abril de 1598 tomaron posesión del dinero los patronos en la Casa de la Contratación de Sevilla.Y se nombran los capellanes para su servicio, en septiembre del mismo año.
Con la fundación de esta capellanía en la ermita de Nuestra Señora del Rocío, la frecuencia de los cultos en el Rocío viene a cumplir el fin primordial y la principal intención de Baltasar Tercero: que los comarcanos que están en el campo cerca de la ermita puedan oir la misa diariamente.
Antes del nombramiento de los capellanes se habían ocupado del culto a la Virgen en su santuario los frailes mínimos del convento de la Victoria de Almonte, fundado en 1574 por don Pedro de Gauna.
Todo este proceso vino a influir en la extensión de la devoción rociera en toda la comarca, pero principalmente en Almonte, cuyo Cabildo tenía a su cargo las obligaciones y los derechos dimanantes del patronazgo de la capellanía. Y celoso el Concejo de Almonte de sus funciones, intervenía activamente en los nombramientos de capellanes, en la administración de las rentas y bienes de la Virgen y dedicaba una atención especial a las reparaciones del santuario.
Por tanto, los orígenes de la Hermandad se remontan al siglo XVI. Cuando se proclama a la Virgen del Rocío, Patrona de Almonte, ya existía la Hermandad, entonces Cofradía, como aparece mencionada en el acta del patronazgo.
En 1653, el día 29 de junio, festividad de San Pedro, se acuerda solemnemente el nombramiento y proclamación de la Virgen, Santa María de las Rocinas, como Patrona de la villa, fijando su fiesta el día 15 de septiembre de cada año, que siempre costeaba el Concejo y Regimiento de Almonte.
Por esta fecha es constatable que Almonte contaba también particularmente con una asociación de devotos que más tarde se constituiría en Hermandad, si bien la devoción rociera de la villa, de manera oficial, estaba perfectamente encauzada por el propio Concejo y Regimiento local, el Clero parroquial, los Capellanes de la ermita y, circunstancialmente, por los frailes mínimos del convento de la Victoria.
A la par que este proceso devocional sucede en Almonte, llevado a cabo por los Cabildos secular y eclesiástico de la villa, las primitivas asociaciones de devotos que acudían a la ermita de las Rocinas desde Villamanrique, Pilas, La Palma, Rota, Moguer, Sanlúcar de Barrameda y El Puerto de Santa María se habían trocado en Hermandades, y acudían corporativamente a celebrar cada una la fiesta en la ermita. Estas primitivas Hermandades eran aprobadas y erigidas en cada caso por la autoridad eclesiástica competente para encauzar debidamente sus cultos y acciones piadosas y dotarlas de normas internas propias para su mejor organización. Por ello, cuando se hace la Regla de la Hermandad de Almonte en 1758 se citan ya por orden de antigüedad y se dice que cada una de estas Hermandades tiene establecida su Regla y Hermano Mayor.
El Primer documento de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Almonte es su oficio que dirige a las demás Hermandades, con motivo del terremoto de 1755, solicitando de ellas ayuda económica para contribuir a la reconstrucción de la ermita. Lleva fecha de 20 de diciembre de 1755.
Sus primeras Reglas fueron aprobadas el 7 de agosto de 1758 por el vicario general del Arzobispado de Sevilla, don José Aguilar y Cueto. A partir de esta fecha, en el archivo municipal de Almonte, aparecen algunos datos relativos a la hermandad, referidos a licencias y asuntos tramitados por la misma.
En la Regla de 1949 de esta Hermandad se dice que fue fundada en el año 1648, “bajo la protección del venerable Clero y Corporación Municipal de esta villa de Almonte”. Y en el Acta del Patronazgo de la Virgen sobre Almonte, de fecha 29 de junio de 1653, figura como cofradía.
Probablemente, la Hermandad existiría en fechas anteriores, aunque no hay prueba documental referente a su erección o establecimiento en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte en el siglo XVI.
La falta de fuentes escritas sobre la constitución y funcionamiento de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Almonte viene a estar, en parte, justificada: la organización y encauzamiento de los cultos a tan Excelsa Señora estaban dirigidos por el propio Concejo y Regimiento de la villa. Así lo dispuso Baltasar Tercero en la fundación de la Capellanía en la ermita del Rocío. De ahí que la actuación desempeñada por la Hermandad en estos aspectos quedaba reducida a la congregación de sus Hermanos y, en todo caso, dependiente de la decisión del Ayuntamiento.
No ocurría así en las “Hermandades de otros pueblos”, en los cuales era la propia hermandad la que desarrollaba plenamente, como cauce legal y eclesiástico establecido, todos los aspectos (de culto, devocional y de romería) de la religiosidad popular rociera de cada villa. Por ello, es más fácil encontrar datos y documentos de las relaciones de estas hermandades con el propio Ayuntamiento de Almonte o con las autoridades eclesiásticas a las que respectivamente pertenecían.
A principios del siglo XVIII, las actuaciones de la Hermandad de Almonte se gestionan a través del Cargo principal de la misma, el Hermano Mayor. Destacaron también más tarde los cargos de los Consiliarios y de la Camarista.
Todos estos oficios eran nombrados cada año el domingo de Pascua de Resurrección, con la intervención de los Cabildos secular y eclesiástico, en la Sacristía de la iglesia parroquial.
Sin embargo, la Hermandad no intervenía en las decisiones del Ayuntamiento referente a los traslados procesionales de la Virgen desde su ermita hasta la Villa de Almonte, ni en los nombramientos de los Capellanes ni en las cuentas de la Capellanía, ni tan siquiera en el nombramiento del Santero y a realizar cuestaciones. A pesar de todo ello, la Hermandad tenía un fin primordial: fomentar el culto a Nuestra Señora del Rocío.
En los comedios del siglo XVIII, y a partir del terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755, la antigua Cofradía de Nuestra Señora de las Rocinas de la villa de Almonte, se reorganiza y cobra un nuevo estilo.
En 1758 se aprueba, como se ha señalado, su primera Regla, confeccionada en 1757. En la exposición de motivaciones que ésta contiene se dice expresamente: “...que los continuos y repetidos favores que esta Villa deve a la Piadosa Protección, y Amparo de Ntra. Sra. su Patrona... y últimamente el especial de haver librado a esta Villa, y sus devotos en los estragos y ruinas que causó aquel tan espantoso como general terremoto... dan motivo a nuestra Católica Obligación, a contribuir con el mayor esfuerzo y celo a la reparación de tan devoto Santuario, como el mayor Culto y obsequio a S. M. Y siendo como es conveniente a este fin hacer una Regla de Capítulos que deva observar esta Venerable Hermandad, y sus Cofrades como estatutos de ella poniéndolo en efectos establesemos la siguiente”.
Es muy interesante destacar la estructura y contenido de esta Regla de la Hermandad de Almonte los criterios que se siguen en la confección de su articulado. En especial hay que señalar de entre ellos la observancia de la costumbre y el respeto a la antigüedad.
Asimismo, se hace una pequeña descripción de la Fiesta, tal como era celebrada en la época.Y del empleo de un “arca de tres llaves” donde se custodiaban los fondos pertenecientes a la Virgen, que más tarde se encargaría de proteger los “consiliarios claveros”, cargos que a mediados del siglo XIX era difícil de aceptar por los hermanos que se nombraban para ello.
Pero lo más destacable en ella es, sin duda, el sentido de fraternidad entre todas las Hermandades entonces existentes y el respeto a todas ellas, a las que se reconoce expresamente su antigua constitución. Así, establecido entonces el orden de prelación y antigüedad, todo ello hecho en mutua concordia y conformidad se regula la asistencia a la Fiesta del Rocío, acordándose para ello que la que faltare un año y no hiciere constar su justificación a las demás habrá de ponerse la última. Esta referencia indica claramente el grado de igualdad que existía entonces entre todas las Hermandades rocieras.
Pero poco a poco la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Almonte fue adquiriendo una vital preponderancia en orden a la mayor devoción a la Santísima Virgen y ocupa un papel fundamental en la organización de la Romería, en la celebración de los cultos y en el encauzamiento de la religiosidad almonteña hacia la Patrona.
En la larga historia rociera almonteña, entrado ya el siglo XIX, ocurrió, quizás, el hecho que más fuerza imprimió a esta devoción mariana de Almonte. En 1810 suceden en la villa los acontecimientos relacionados con la invasión francesa en España que darán lugar al voto del Rocío Chico, que se formaliza en acta de 16 de agosto de 1813, reunidos los Cabildos secular y eclesiástico y la Venerable Hermandad del Rocío en la sacristía de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. La promesa consistió en “pasar en la madrugada del día diez y nueve de Agosto de este año y de todos los venideros, a la ermita de Nuestra Madre y Señora, a cantar una solemne Misa en acción de gracias por el singular favor de haber conservado este pueblo, libertándolo de las furias y rigor de los satélites del tirano, para lo cual se anunciará al público el diez y ocho con repiques de campanas y el diez y nueve pasará una Diputación compuesta de tres señores eclesiásticos, tres individuos del Ayuntamiento Constitucional y tres hermanos de la venerable hermandad, en señal de justo reconocimiento en que vivimos por el expresado favor, y el haber libertado las Andalucías y su Capital el 27 de Agosto del año pasado de 1812, con las demás victorias conseguidas; y mandaron se extienda en acta formal para su cumplimiento...”
Actualmente, en recuerdo de este juramento, la Hermandad de Almonte, celebra anualmente solemne triduo preparatorio en la ermita del Rocío durante los días 16, 17 y 18 de agosto, terminado con el Santo Rosario en la noche del último día. El diecinueve por la mañana se hace la función de renovación del Voto, Misa y Procesión eucarística.
Con ocasión de estos actos, la aldea del Rocío es visitada por numerosas personas y, aunque se trata de una fiesta particular del pueblo almonteño, a ella se suman también las demás hermandades del Rocío, unas corporativamente y otras de manera particular y amigable.
Desde siglos anteriores el lunes de Pentecostés se hacía en la ermita misa cantada por cada una de las hermandades y todas asistían a sacar en procesión a Nuestra Señora. A esta festividad trasladó el Ayuntamiento de Almonte su “fiesta de misa cantada y sermón” que en 1653 había fijado para celebrarla perpetuamente el día diecisiete de septiembre de cada año.
Las hermandades conmemoraban en su peregrinación anual el milagroso hallazgo de la imagen en las Rocinas y por ello concurrían desde distintas villas y cuidades, próximas a la ermita.
Sin duda que la mayor concurrencia y esplendor de la pascua de Pentecostés en el Rocío, que ya en el siglo XVIII había alcanzado una conocida resonancia en toda la comarca, habría movido al Concejo y Regimiento de la villa de Almonte a unir en una sola celebración la conmemoración del hallazgo de la Imagen de la Virgen y la del patronazgo de la misma sobre Almonte.
Así, en la solicitud de los alcaldes constitucionales de la villa de Almonte, dirigida al Sr. Gobernador del Arzobispado de Sevilla, en 1 de abril de 1842, para pedir autorización para celebrar la función de Nuestra Señora del Rocío, se expresa lo que sigue:
“La tradición antiquísima de haber sido aparecida prodigiosamente esta sagrada Imagen entre las ramas de un árbol, y en medio de unso bosques, entonces incultos, excitó generalmente la piedad de este pueblo y de los inmediatos para celebrar un hecho que les era tan glorioso y un signo predilecto de protección y amparo, que en este acontecimiento reconocieron desde luego. Desde entonces, erigida en aquel sitio una ermita y capilla donde fue colocada esta imagen sagrada, continuaron sus cultos por la piedad de los dichos pueblos, y particularmente por éste, en cuyo término fue aparecida, y por tanto ha sido reconocida por su especial Patrona”.
En el primer tercio del siglo XX, tras la restauración del santuario, en la que tuvo una eficaz actuación el entonces párroco de Almonte, don Juan Luis Cózar y Lázaro, la Hermandad de Almonte asistirá en 1919, como Principal de entre todas ellas, a un hecho trascendental para la historia futura de la Romería, de la misma Hermandad y del propio pueblo almonteño: la coronación canónica de la Virgen del Rocío.
La idea fue lanzada por un hinojero, don Juan Francisco Muñoz y Pabón, y a ella se adhirieron inmediatamente don Juan Luis Cózar y Lázaro, doña Ana Valladolid Acevedo, don Manuel Siurot, doña Juana Soldán, don Ignacio de Cepeda..., el Ayuntamiento y Hermandad de Almonte, todas las Hermandades y todos los rocieros.
Y cuentan los viejos del lugar que la Romería de aquel año aún no ha podido ser superada en orden y asistencia a los cultos, en la presentación de las hermandades en la entrada, en la solemnidad que se dio a los momentos litúrgicos, en la participación de los fieles en todos los actos, en especial en el de la coronación canónica de la Virgen el domiengo 8 de junio. Antes de la coronación el Señor Cardenal bendijo las coronas de la Virgen y del Niño y tomó juramento a los testigos.
Por la Hermandad de Almonte juró don José Villa Báñez. Y a continuación comenzó la santa misa y se procedió a la colocación de las coronas a la Virgen y al Niño. Y después se trasladó en procesión la Virgen desde el Real, donde tuvo lugar la coronación, hasta la ermita. Allí, de nuevo las hermandades comenzaron a decir cada una su misa y siguieron los demás actos de la Romería. Muñoz y Pabón narra así lo que sigue: “Cuando termina la misa de la última hermandad - viene a ser las doce- ¿qué cree usted que vuelve a haber en El Rocío? Pues otra exhibición de estandartes, varas y Simpecados y otro pugilato de tamboriles. La Hermandad de Almonte vuelve a salir de la ermita a convidar a todas, una por una, a la función solemne que previene su Regla, y hete aquí nuevamente el real hecho un bosque de estandartes que ondean, de varas que relucen, y de Simpecados que avanzan majestuosos y solemnes, por el orden en que fueron en el Rosario, o sea: por el de la más rigurosa antigüedad.
Los almonteños, que no han podido lucirse en la entrada - ellos no entran, porque están en lo suyo- hacen cuestión de amor propio la procesión de la Virgen, que sigue a la función”.
Y en verdad que la procesión de aquel año fue devotísima y realizada con extraordinario fervor.
Antiguamente esta Hermandad se titulaba Venerable Cofradía, posteriormente Ilustre, Más Antigua y Principal Hermandad y en este siglo Pontificia y Real Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío.
Un año después de la Coronación canónica en 1919, la Hermandad se verá reconocida por la concesión de dos títulos de singular importancia, el de Real, otorgado por su S.M. Alfonso XIII y el de Pontificia, concedido por S.S. Benedicto XV. Dichos títulos se suman y, en la práctica, sustituyen, a los antiguos que ostentaba la Hermandad de Venerable, Principal o Primordial. Estos últimos, se verán sustituidos por el Título de Matriz, que hace referencia a la preeminencia de la Hermandad de Almonte, sobre las demás Hermandades del Rocío, al ser la Hermandad del lugar donde se encuentra la Virgen y del que es su Patrona.
El 24 de septiembre de 1920 Su Santidad Benedicto XV concede el título de Pontificia a la Hermandad “que al correr de los siglos se distinguió siempre por su piedad y empeño en aumentar la devoción a María”.
Y el 8 de julio de 1920 Su Majestad Don Alfonso XIII “accediendo a los respetuosos deseos expresados en su atenta exposición de fecha 26 del próximo pasado junio, se ha servido aceptar la Presidencia de Honor de esa Pontificia Hermandad concediéndole a la misma el título de Real, que podrá en lo sucesivo anteponer a su denominación”.
Modernamente, desde principios de este siglo, utiliza también el título de Matriz para distinguirse de las demás Hermandades de otros pueblos y ciudades, aunque la aprobación y erección canónica de éstas sólo compete a la autoridad eclesiástica de la diócesis en que se constituyen.
No obstante, la Hermandad de Almonte convoca anualmente una Asamblea de Hermanos Mayores de todas las hermandades rocieras, en fecha próxima a la Romería, donde se tratan temas de interés para todas ellas y se someten a votación los posibles cambios que hayan de producirse en las celebraciones tradicionales.
Esta Pontificia y Real Hermandad radica en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. En la nave lateral derecha del templo existe un artístico retablo realizado en los años de la postguerra, ornado con pinturas de Santiago Martínez, ocupando su parte central un magnífico retrato pictórico de la Virgen del Rocío, vestida de Reina, y en sendos óvalos laterales la aparición o hallazgo de la Virgen y la procesión.
En la citada parroquia se conserva una tabla pictórica de fines del siglo XVIII de la Virgen del Rocío, que formaba parte de una antigua sillería de coro, destruida en lso sucesos políticos de los años treinta. Asimismo, guarda un Simpecado, en tejido verde con bordados en oro y pintura del artista Monis Mora.
La Hermandad posee casa propia en la villa, sita en la calle “Venida de la Virgen”, con Secretaría y Salón de Juntas, donde celebra sus reuniones y cabildos.
En la Aldea del Rocío, además de la pertenencia del Santuario, anexas al mismo, cuenta con Casa-Hermandad y otras dependencias perfectamente acondicionadas para acoger a los hermanos y Junta de Gobierno durante la Romería, así como amplios salones de exposición de objetos de recuerdos de la Santísima Virgen, donde pueden ser adquiridos por los devotos.
Desde hace años, en que la masificación del Rocío ha aumentado y las peregrinaciones de hermandades se prolongan a lo largo de todos los domingos del año, la Hermandad de Almonte guarda en el presbiterio del Santuario su antiguo Simpecado. Se trata de un estandarte de estilo barroco en sus formas, realizado ricamente sobre tejido de delgadísimas láminas de plata, especie de malla de notable valor artístico y en cuyo centro, bordada, aparece la Santísima Virgen del Rocío con ráfagas de punta y la mirada baja, pudiéndose fechar a finales del siglo XIX o en los primeros del XX.
En el año 1949 se hizo a la Santísima Virgen un juego de ráfagas de puntas redondas, llamadas “de plato”, y una corona, copias exactas de las antiguas.
En 1956 estrenó la Virgen el artístico manto que, según proyecto y dirección escrupulosa del gran rociero don Joaquín Castilla Romero, se realizó en el convento de Santa Isabel de Sevilla. Es una obra espléndida del bordado, de una riqueza monumental y de una categoría artística excepcional. Del mismo autor en cuanto a diseño, en el citado convento se confeccionó la magnífica toca de malla de oro que estrenó la venerada Imagen en 1960.
El orfebre don Manuel Seco realizó en 1961 un juego de “varas” para la Junta de Gobierno en plata repujada y dorada, de muy buena factura y acertado dibujo, proyectado también por don Joaquín Castilla Romero, que ofrendó siempre con generosidad sus meritorios trabajos a la Virgen del Rocío.
El 26 de enero de 1964 se colocó la primera piedra del nuevo Santuario del Rocío. Ofició la ceremonia el entonces primer obispo de Huelva, don Pedro Cantero Cuadrado, asistiendo a dicho acto las autoridades provinciales y la representación de todas las Hermandades de Nuestra Señora del Rocío. La obra, que ha durado largos años, se ha realizado según proyecto de los arquitectos sevillanos, don Alberto Balbontín Orta y don Antonio Delgado Roig, elegido entre varios presentados a concurso.
Hasta el 13 de abril de 1969 no entró por primera vez la Virgen en su nuevo templo, bendecido en la tarde del día anterior por el obispo de la diócesis onubense don José María García Lahiguera y acondicionado para albergar a la Santísima Virgen, a falta de retablo y camarín. El 2 de mayo de 1981 fue inaugurada la espadaña y fachada principal por el capellán del Santuario don Antonio Salas Delgado, por delegación del señor obispo don Rafael González Moralejo, con la asistencia de cincuenta y cuatro Hermandades del Rocío.
Esta importante obra se ha sufragado en su mayor parte por la Hermandad Matriz, algunas ayudas de organismos oficiales y la aportación generosa de los devotos.
Recientemente, años setenta, la Hermandad ha confeccionado escudo y estandarte propios, en los que figuran, además, la tiara papal y el escudo de España, en la época del Rey Alfonso XIII.
Aunque la corporación rociera almonteña ha utilizado siempre la tradicional medalla de la pandereta, hoy ostenta medalla propia para sus hermanos, como el resto de las hermandades.
Almonte, que mantiene siempre viva la llama rociera, asiste y participa de los solemnes cultos que su Hermandad organiza tanto en la propia localidad como en la aldea del Rocío, en honor de su Excelsa Titular y Patrona. Hay que destacar de entre todos ellos, la Solemne Novena que termina el día de la Ascensión del Señor, y que cada día se aplica por las intenciones de los hermanos, así como por los cofrades fallecidos durante el año. Es ritual la masiva asistencia de todos los almonteños devotos a los cultos del novenario, que concluye con la salve popular de despedida.
En el Rocío, es la responsable de todos los actos litúrgicos de la Romería, entre los que sobresalen el devotísimo Rosario de la noche del domingo, la grandiosa Misa de Pontifical y la apoteósica Procesión de la Señora.
En el mes de agosto, durante los días 16, 17 y 18 celebra el Triduo de acción de gracias en recuerdo del Voto del Rocío Chico; y por la noche del último día, Santo Rosario cantado por los alrededores de la ermita. El día 19, por la mañana, Misa y acto de Renovación del Voto, para terminar con procesión eucarística con el mismo itinerario que en el Rosario.
A lo largo de todo el año acompaña en sus peregrinaciones dominicales a todas las Hermandades en las funciones litúrgicas que éstas celebran en la ermita, con una representación oficial venida desde Almonte, integrada por miembros de su Junta de Gobierno, y que durante todo el día conviven con estas hermandades en fraternal unión.
La peregrinación oficial de la Hermandad de Almonte al Rocío se inicia el miércoles anterior a la Romería, después de haber celebrado misa de romeros en el Chaparral, desde la casa del Hermano Mayor y recorrer las calles de la localidad. Desde el Chaparral toma el camino de los Llanos hasta la venta en mitad de ruta, continuando por el Lote, los Taranjales, hasta llegar al Rocío al atardecer. Ante la puerta del santuario se entona la Salve y se concluye en la Casa-Hermandad. Con la presencia de la Hermandad de Almonte en el Rocío se inicia el primero de los actos de la Romería.
Aunque tiene lugar cada siete años, el momento más esperado por todos los almonteños es la venida de la Virgen a su pueblo. Ello ocurre el sábado siguiente al Rocío Chico, en que sale procesionalmente desde la ermita, vestida de Pastora, al atardecer, después de haberse celebrado misa por la mañana ante la Sagrada Imagen.
Al amanecer del domingo debe estar la Virgen en el Chaparral, donde se le dedica solemne salve, y, con un ritual celosamente guardado, el Capellán descubre delicadamente el rostro divino que permaneció oculto durante el trayecto. Una gran salva de escopetas, en recuerdo de los monteros y cazadores de antaño, rompe el silencio de la madrugada y dan la bienvenida a la Patrona. Bajo los arcos de flores de papel, obra de artistas locales bellamente realizados con exquisito gusto, pasa la Virgen por las calles de la localidad hasta la parroquia. Y allí, ante la Sagrada Imagen, colocada en el altar mayor, tendrá lugar la santa misa por la tarde, como todos los restantes días en que está la Virgen en Almonte.
La Virgen permanece en Almonte hasta el domingo anterior a la Fiesta de Pentecostés del año siguiente, no sin antes haber salido procesionalmente, vestida de Reina, siete días antes, y recorrer las calles del itinerario tradicional, exornadas para esta ocasión con tal grandiosidad y belleza que causa la admiración de propios y extraños. A su regreso al Rocío la Virgen sale de la parroquia por la noche hasta el Chaparral, de donde al amanecer parte a hombros de los almonteños para su ermita.
En cuanto a las obras asistenciales que lleva a cabo esta Hermandad cabe señalar su “Obra de Asistencia Social” a través de la cual se conceden importantes ayudas a necesitados de vivienda, a familias con problemas de enfermedad o carencia económica. En estrecha unión con la parroquia atiende y socorre a las necesidades que se le presentan. En el mismo sentido, mantiene subvenciones a Entidades y Colegios, excursiones de niños y ancianos y ha cedido su casa del Rocío para celebrar en ella convivencias escolares, de juventud y de apostolado. Colabora también permanentemente, con una cuota mensual, con Cáritas parroquial. Tiene además instituida desde 1956 una beca de estudios en el Seminario de Huelva.
Para el nuevo santuario la Hermandad decidió construir un retablo acorde con la estética del edificio y con el gusto popular andaluz. La Hermandad constituyó una Comisión Pro Retablo, que encomendó el estudio y proyecto a D. Juan Infante Galán. Los trabajos de diseño fueron realizados entre agosto de 1977 y agosto de 1978. Estilísticamente se basaba en el anterior retablo de la ermita, conectando con el novedoso diseño decorativo de los albores del rococó.
El 30 de agosto de 1980 se firmaba el primer contrato para la construcción del retablo con Antonio Martín Fernández como tallista y con Francisco Bailac Cenizo para la carpintería artística. Para la obra de imaginería se contrató a Manuel Carmona Martínez. En mayo de 1985 se organizó en Almonte una "Exposición sobre el nuevo retablo y camarín para la Stma. Virgen del Rocío", editándose un tríptico en el que consta que en esa fecha se hallaban realizadas las cuatro ménsulas, las cuatro monumentales columnas, los catorce colgantes de frutas y flores, las cuatro basas y capiteles, los cuatro capiteles de las retropilastras. Por su parte, el escultor Manuel Carmona había tallado los cuatro niños para las ménsulas, cuatro bocetos para los Evangelistas que decorarán las pechinas, y el relieve de San Lucas ya labrado a su tamaño.
Dificultades técnicas en la resolución del diseño retrasaban la ejecución del retablo, por lo que se decidió encomendar al tallista Antonio Martín Fernández un nuevo proyecto que aprovechara los elementos ya ejecutados en la fase anterior. El 15 de junio de 1989 se convocó en Almonte a un equipo de artistas y asesores con la misión de llevar a feliz término en un plazo de seis años obra tan esperada. En ella participan el ya mencionado tallista Antonio Martín, los arquitectos Pedro Rodríguez y María Luisa Marín, el escultor Manuel Carmona, el carpintero Matías Aceitón, el marmolista Manuel Gómez Rodríguez, los orfebres de Villarreal, encomendándose el proyecto iconográfico a Manuel J. Carrasco Terriza.
La Casa Real Española desde Alfonso X y Alfonso XI hasta Alfonso XIII está vinculada a la devoción rociera. Así, han sido augustos rocieros los infantes don Carlos y doña Luisa y sus hijas y los hijos de éstas. La Santísima Virgen ha recibido de tan egregia Familia broches, joyas y numerosos objetos de valor artístico
La devoción del pueblo almonteño a la Virgen del Rocío está entroncada con las mismas raíces históricas de esta religiosidad mariana comarcal, primitivamente conocida bajo la advocación de Santa María de las Rocinas.
Cuando Alfonso XI en el Libro de la Montería inserta los datos relativos a las zonas de caza de las tierras de Niebla, señala como los mejores cotos los que están “cabo de una iglesia que dicen Santa María de las Rocinas e cabo de otra iglesia que dicen Santa Olalla”.
Desde esta época acudirían devotos de Almonte a orar ante la imagen de la Virgen del Rocío, en especial aquellos vecinos que se dedicaban a las tareas de tala de árboles y al pastoreo de los ganados. Es lógico pensar que también conocerían y frecuentarían la ermita de Santa Olalla.
Pero es a partir del siglo XV cuando verdaderamente comienza a enraizarse firmemente la devoción rociera en Almonte y los otros pueblos cercanos al santuario.
En el siglo XV, cuando tiene lugar el descubrimiento de la imagen de la Virgen, ocultada en las malezas de las Rocinas para librarla de la profanación de los sarracenos, en sus incursiones y razzias del siglo XIV, muchos vecinos de Almonte y otros lugares contribuyeron a la erección de una ermita “de diez varas de largo” para dar culto a la Virgen. Y mientras esto ocurría fue llevada a la parroquia de la localidad donde recibió la veneración de los almonteños.
Por entonces el culto en la ermita de Nuestra Señora de las Rocinas era muy inconstante. Pero el 11 de febrero de 1587 el sevillano Baltasar Tercero deja en testamento, otorgado en Lima, un caudal de dos mil pesos ensayados con destino a la fundación de una capellanía y quinientos pesos más para reparos en el santuario, ornamentos y para el clérigo que la sirviere.
En dicha fundación se establece que de la renta de la capellanía se diga una misa todos los días del año o cuanto menos cuatro misas a la semana y los días de fiesta cantadas. En ella también se nombran por patronos de la capellanía a la Justicia y Regimiento de la Villa de Almonte, al cura y vicario de dicho pueblo y al pariente más cercano que tuviere Baltasar Tercero. En abril de 1598 tomaron posesión del dinero los patronos en la Casa de la Contratación de Sevilla.Y se nombran los capellanes para su servicio, en septiembre del mismo año.
Con la fundación de esta capellanía en la ermita de Nuestra Señora del Rocío, la frecuencia de los cultos en el Rocío viene a cumplir el fin primordial y la principal intención de Baltasar Tercero: que los comarcanos que están en el campo cerca de la ermita puedan oir la misa diariamente.
Antes del nombramiento de los capellanes se habían ocupado del culto a la Virgen en su santuario los frailes mínimos del convento de la Victoria de Almonte, fundado en 1574 por don Pedro de Gauna.
Todo este proceso vino a influir en la extensión de la devoción rociera en toda la comarca, pero principalmente en Almonte, cuyo Cabildo tenía a su cargo las obligaciones y los derechos dimanantes del patronazgo de la capellanía. Y celoso el Concejo de Almonte de sus funciones, intervenía activamente en los nombramientos de capellanes, en la administración de las rentas y bienes de la Virgen y dedicaba una atención especial a las reparaciones del santuario.
Por tanto, los orígenes de la Hermandad se remontan al siglo XVI. Cuando se proclama a la Virgen del Rocío, Patrona de Almonte, ya existía la Hermandad, entonces Cofradía, como aparece mencionada en el acta del patronazgo.
En 1653, el día 29 de junio, festividad de San Pedro, se acuerda solemnemente el nombramiento y proclamación de la Virgen, Santa María de las Rocinas, como Patrona de la villa, fijando su fiesta el día 15 de septiembre de cada año, que siempre costeaba el Concejo y Regimiento de Almonte.
Por esta fecha es constatable que Almonte contaba también particularmente con una asociación de devotos que más tarde se constituiría en Hermandad, si bien la devoción rociera de la villa, de manera oficial, estaba perfectamente encauzada por el propio Concejo y Regimiento local, el Clero parroquial, los Capellanes de la ermita y, circunstancialmente, por los frailes mínimos del convento de la Victoria.
A la par que este proceso devocional sucede en Almonte, llevado a cabo por los Cabildos secular y eclesiástico de la villa, las primitivas asociaciones de devotos que acudían a la ermita de las Rocinas desde Villamanrique, Pilas, La Palma, Rota, Moguer, Sanlúcar de Barrameda y El Puerto de Santa María se habían trocado en Hermandades, y acudían corporativamente a celebrar cada una la fiesta en la ermita. Estas primitivas Hermandades eran aprobadas y erigidas en cada caso por la autoridad eclesiástica competente para encauzar debidamente sus cultos y acciones piadosas y dotarlas de normas internas propias para su mejor organización. Por ello, cuando se hace la Regla de la Hermandad de Almonte en 1758 se citan ya por orden de antigüedad y se dice que cada una de estas Hermandades tiene establecida su Regla y Hermano Mayor.
El Primer documento de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Almonte es su oficio que dirige a las demás Hermandades, con motivo del terremoto de 1755, solicitando de ellas ayuda económica para contribuir a la reconstrucción de la ermita. Lleva fecha de 20 de diciembre de 1755.
Sus primeras Reglas fueron aprobadas el 7 de agosto de 1758 por el vicario general del Arzobispado de Sevilla, don José Aguilar y Cueto. A partir de esta fecha, en el archivo municipal de Almonte, aparecen algunos datos relativos a la hermandad, referidos a licencias y asuntos tramitados por la misma.
En la Regla de 1949 de esta Hermandad se dice que fue fundada en el año 1648, “bajo la protección del venerable Clero y Corporación Municipal de esta villa de Almonte”. Y en el Acta del Patronazgo de la Virgen sobre Almonte, de fecha 29 de junio de 1653, figura como cofradía.
Probablemente, la Hermandad existiría en fechas anteriores, aunque no hay prueba documental referente a su erección o establecimiento en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte en el siglo XVI.
La falta de fuentes escritas sobre la constitución y funcionamiento de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Almonte viene a estar, en parte, justificada: la organización y encauzamiento de los cultos a tan Excelsa Señora estaban dirigidos por el propio Concejo y Regimiento de la villa. Así lo dispuso Baltasar Tercero en la fundación de la Capellanía en la ermita del Rocío. De ahí que la actuación desempeñada por la Hermandad en estos aspectos quedaba reducida a la congregación de sus Hermanos y, en todo caso, dependiente de la decisión del Ayuntamiento.
No ocurría así en las “Hermandades de otros pueblos”, en los cuales era la propia hermandad la que desarrollaba plenamente, como cauce legal y eclesiástico establecido, todos los aspectos (de culto, devocional y de romería) de la religiosidad popular rociera de cada villa. Por ello, es más fácil encontrar datos y documentos de las relaciones de estas hermandades con el propio Ayuntamiento de Almonte o con las autoridades eclesiásticas a las que respectivamente pertenecían.
A principios del siglo XVIII, las actuaciones de la Hermandad de Almonte se gestionan a través del Cargo principal de la misma, el Hermano Mayor. Destacaron también más tarde los cargos de los Consiliarios y de la Camarista.
Todos estos oficios eran nombrados cada año el domingo de Pascua de Resurrección, con la intervención de los Cabildos secular y eclesiástico, en la Sacristía de la iglesia parroquial.
Sin embargo, la Hermandad no intervenía en las decisiones del Ayuntamiento referente a los traslados procesionales de la Virgen desde su ermita hasta la Villa de Almonte, ni en los nombramientos de los Capellanes ni en las cuentas de la Capellanía, ni tan siquiera en el nombramiento del Santero y a realizar cuestaciones. A pesar de todo ello, la Hermandad tenía un fin primordial: fomentar el culto a Nuestra Señora del Rocío.
En los comedios del siglo XVIII, y a partir del terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755, la antigua Cofradía de Nuestra Señora de las Rocinas de la villa de Almonte, se reorganiza y cobra un nuevo estilo.
En 1758 se aprueba, como se ha señalado, su primera Regla, confeccionada en 1757. En la exposición de motivaciones que ésta contiene se dice expresamente: “...que los continuos y repetidos favores que esta Villa deve a la Piadosa Protección, y Amparo de Ntra. Sra. su Patrona... y últimamente el especial de haver librado a esta Villa, y sus devotos en los estragos y ruinas que causó aquel tan espantoso como general terremoto... dan motivo a nuestra Católica Obligación, a contribuir con el mayor esfuerzo y celo a la reparación de tan devoto Santuario, como el mayor Culto y obsequio a S. M. Y siendo como es conveniente a este fin hacer una Regla de Capítulos que deva observar esta Venerable Hermandad, y sus Cofrades como estatutos de ella poniéndolo en efectos establesemos la siguiente”.
Es muy interesante destacar la estructura y contenido de esta Regla de la Hermandad de Almonte los criterios que se siguen en la confección de su articulado. En especial hay que señalar de entre ellos la observancia de la costumbre y el respeto a la antigüedad.
Asimismo, se hace una pequeña descripción de la Fiesta, tal como era celebrada en la época.Y del empleo de un “arca de tres llaves” donde se custodiaban los fondos pertenecientes a la Virgen, que más tarde se encargaría de proteger los “consiliarios claveros”, cargos que a mediados del siglo XIX era difícil de aceptar por los hermanos que se nombraban para ello.
Pero lo más destacable en ella es, sin duda, el sentido de fraternidad entre todas las Hermandades entonces existentes y el respeto a todas ellas, a las que se reconoce expresamente su antigua constitución. Así, establecido entonces el orden de prelación y antigüedad, todo ello hecho en mutua concordia y conformidad se regula la asistencia a la Fiesta del Rocío, acordándose para ello que la que faltare un año y no hiciere constar su justificación a las demás habrá de ponerse la última. Esta referencia indica claramente el grado de igualdad que existía entonces entre todas las Hermandades rocieras.
Pero poco a poco la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Almonte fue adquiriendo una vital preponderancia en orden a la mayor devoción a la Santísima Virgen y ocupa un papel fundamental en la organización de la Romería, en la celebración de los cultos y en el encauzamiento de la religiosidad almonteña hacia la Patrona.
En la larga historia rociera almonteña, entrado ya el siglo XIX, ocurrió, quizás, el hecho que más fuerza imprimió a esta devoción mariana de Almonte. En 1810 suceden en la villa los acontecimientos relacionados con la invasión francesa en España que darán lugar al voto del Rocío Chico, que se formaliza en acta de 16 de agosto de 1813, reunidos los Cabildos secular y eclesiástico y la Venerable Hermandad del Rocío en la sacristía de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. La promesa consistió en “pasar en la madrugada del día diez y nueve de Agosto de este año y de todos los venideros, a la ermita de Nuestra Madre y Señora, a cantar una solemne Misa en acción de gracias por el singular favor de haber conservado este pueblo, libertándolo de las furias y rigor de los satélites del tirano, para lo cual se anunciará al público el diez y ocho con repiques de campanas y el diez y nueve pasará una Diputación compuesta de tres señores eclesiásticos, tres individuos del Ayuntamiento Constitucional y tres hermanos de la venerable hermandad, en señal de justo reconocimiento en que vivimos por el expresado favor, y el haber libertado las Andalucías y su Capital el 27 de Agosto del año pasado de 1812, con las demás victorias conseguidas; y mandaron se extienda en acta formal para su cumplimiento...”
Actualmente, en recuerdo de este juramento, la Hermandad de Almonte, celebra anualmente solemne triduo preparatorio en la ermita del Rocío durante los días 16, 17 y 18 de agosto, terminado con el Santo Rosario en la noche del último día. El diecinueve por la mañana se hace la función de renovación del Voto, Misa y Procesión eucarística.
Con ocasión de estos actos, la aldea del Rocío es visitada por numerosas personas y, aunque se trata de una fiesta particular del pueblo almonteño, a ella se suman también las demás hermandades del Rocío, unas corporativamente y otras de manera particular y amigable.
Desde siglos anteriores el lunes de Pentecostés se hacía en la ermita misa cantada por cada una de las hermandades y todas asistían a sacar en procesión a Nuestra Señora. A esta festividad trasladó el Ayuntamiento de Almonte su “fiesta de misa cantada y sermón” que en 1653 había fijado para celebrarla perpetuamente el día diecisiete de septiembre de cada año.
Las hermandades conmemoraban en su peregrinación anual el milagroso hallazgo de la imagen en las Rocinas y por ello concurrían desde distintas villas y cuidades, próximas a la ermita.
Sin duda que la mayor concurrencia y esplendor de la pascua de Pentecostés en el Rocío, que ya en el siglo XVIII había alcanzado una conocida resonancia en toda la comarca, habría movido al Concejo y Regimiento de la villa de Almonte a unir en una sola celebración la conmemoración del hallazgo de la Imagen de la Virgen y la del patronazgo de la misma sobre Almonte.
Así, en la solicitud de los alcaldes constitucionales de la villa de Almonte, dirigida al Sr. Gobernador del Arzobispado de Sevilla, en 1 de abril de 1842, para pedir autorización para celebrar la función de Nuestra Señora del Rocío, se expresa lo que sigue:
“La tradición antiquísima de haber sido aparecida prodigiosamente esta sagrada Imagen entre las ramas de un árbol, y en medio de unso bosques, entonces incultos, excitó generalmente la piedad de este pueblo y de los inmediatos para celebrar un hecho que les era tan glorioso y un signo predilecto de protección y amparo, que en este acontecimiento reconocieron desde luego. Desde entonces, erigida en aquel sitio una ermita y capilla donde fue colocada esta imagen sagrada, continuaron sus cultos por la piedad de los dichos pueblos, y particularmente por éste, en cuyo término fue aparecida, y por tanto ha sido reconocida por su especial Patrona”.
En el primer tercio del siglo XX, tras la restauración del santuario, en la que tuvo una eficaz actuación el entonces párroco de Almonte, don Juan Luis Cózar y Lázaro, la Hermandad de Almonte asistirá en 1919, como Principal de entre todas ellas, a un hecho trascendental para la historia futura de la Romería, de la misma Hermandad y del propio pueblo almonteño: la coronación canónica de la Virgen del Rocío.
La idea fue lanzada por un hinojero, don Juan Francisco Muñoz y Pabón, y a ella se adhirieron inmediatamente don Juan Luis Cózar y Lázaro, doña Ana Valladolid Acevedo, don Manuel Siurot, doña Juana Soldán, don Ignacio de Cepeda..., el Ayuntamiento y Hermandad de Almonte, todas las Hermandades y todos los rocieros.
Y cuentan los viejos del lugar que la Romería de aquel año aún no ha podido ser superada en orden y asistencia a los cultos, en la presentación de las hermandades en la entrada, en la solemnidad que se dio a los momentos litúrgicos, en la participación de los fieles en todos los actos, en especial en el de la coronación canónica de la Virgen el domiengo 8 de junio. Antes de la coronación el Señor Cardenal bendijo las coronas de la Virgen y del Niño y tomó juramento a los testigos.
Por la Hermandad de Almonte juró don José Villa Báñez. Y a continuación comenzó la santa misa y se procedió a la colocación de las coronas a la Virgen y al Niño. Y después se trasladó en procesión la Virgen desde el Real, donde tuvo lugar la coronación, hasta la ermita. Allí, de nuevo las hermandades comenzaron a decir cada una su misa y siguieron los demás actos de la Romería. Muñoz y Pabón narra así lo que sigue: “Cuando termina la misa de la última hermandad - viene a ser las doce- ¿qué cree usted que vuelve a haber en El Rocío? Pues otra exhibición de estandartes, varas y Simpecados y otro pugilato de tamboriles. La Hermandad de Almonte vuelve a salir de la ermita a convidar a todas, una por una, a la función solemne que previene su Regla, y hete aquí nuevamente el real hecho un bosque de estandartes que ondean, de varas que relucen, y de Simpecados que avanzan majestuosos y solemnes, por el orden en que fueron en el Rosario, o sea: por el de la más rigurosa antigüedad.
Los almonteños, que no han podido lucirse en la entrada - ellos no entran, porque están en lo suyo- hacen cuestión de amor propio la procesión de la Virgen, que sigue a la función”.
Y en verdad que la procesión de aquel año fue devotísima y realizada con extraordinario fervor.
Antiguamente esta Hermandad se titulaba Venerable Cofradía, posteriormente Ilustre, Más Antigua y Principal Hermandad y en este siglo Pontificia y Real Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío.
Un año después de la Coronación canónica en 1919, la Hermandad se verá reconocida por la concesión de dos títulos de singular importancia, el de Real, otorgado por su S.M. Alfonso XIII y el de Pontificia, concedido por S.S. Benedicto XV. Dichos títulos se suman y, en la práctica, sustituyen, a los antiguos que ostentaba la Hermandad de Venerable, Principal o Primordial. Estos últimos, se verán sustituidos por el Título de Matriz, que hace referencia a la preeminencia de la Hermandad de Almonte, sobre las demás Hermandades del Rocío, al ser la Hermandad del lugar donde se encuentra la Virgen y del que es su Patrona.
El 24 de septiembre de 1920 Su Santidad Benedicto XV concede el título de Pontificia a la Hermandad “que al correr de los siglos se distinguió siempre por su piedad y empeño en aumentar la devoción a María”.
Y el 8 de julio de 1920 Su Majestad Don Alfonso XIII “accediendo a los respetuosos deseos expresados en su atenta exposición de fecha 26 del próximo pasado junio, se ha servido aceptar la Presidencia de Honor de esa Pontificia Hermandad concediéndole a la misma el título de Real, que podrá en lo sucesivo anteponer a su denominación”.
Modernamente, desde principios de este siglo, utiliza también el título de Matriz para distinguirse de las demás Hermandades de otros pueblos y ciudades, aunque la aprobación y erección canónica de éstas sólo compete a la autoridad eclesiástica de la diócesis en que se constituyen.
No obstante, la Hermandad de Almonte convoca anualmente una Asamblea de Hermanos Mayores de todas las hermandades rocieras, en fecha próxima a la Romería, donde se tratan temas de interés para todas ellas y se someten a votación los posibles cambios que hayan de producirse en las celebraciones tradicionales.
Esta Pontificia y Real Hermandad radica en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. En la nave lateral derecha del templo existe un artístico retablo realizado en los años de la postguerra, ornado con pinturas de Santiago Martínez, ocupando su parte central un magnífico retrato pictórico de la Virgen del Rocío, vestida de Reina, y en sendos óvalos laterales la aparición o hallazgo de la Virgen y la procesión.
En la citada parroquia se conserva una tabla pictórica de fines del siglo XVIII de la Virgen del Rocío, que formaba parte de una antigua sillería de coro, destruida en lso sucesos políticos de los años treinta. Asimismo, guarda un Simpecado, en tejido verde con bordados en oro y pintura del artista Monis Mora.
La Hermandad posee casa propia en la villa, sita en la calle “Venida de la Virgen”, con Secretaría y Salón de Juntas, donde celebra sus reuniones y cabildos.
En la Aldea del Rocío, además de la pertenencia del Santuario, anexas al mismo, cuenta con Casa-Hermandad y otras dependencias perfectamente acondicionadas para acoger a los hermanos y Junta de Gobierno durante la Romería, así como amplios salones de exposición de objetos de recuerdos de la Santísima Virgen, donde pueden ser adquiridos por los devotos.
Desde hace años, en que la masificación del Rocío ha aumentado y las peregrinaciones de hermandades se prolongan a lo largo de todos los domingos del año, la Hermandad de Almonte guarda en el presbiterio del Santuario su antiguo Simpecado. Se trata de un estandarte de estilo barroco en sus formas, realizado ricamente sobre tejido de delgadísimas láminas de plata, especie de malla de notable valor artístico y en cuyo centro, bordada, aparece la Santísima Virgen del Rocío con ráfagas de punta y la mirada baja, pudiéndose fechar a finales del siglo XIX o en los primeros del XX.
En el año 1949 se hizo a la Santísima Virgen un juego de ráfagas de puntas redondas, llamadas “de plato”, y una corona, copias exactas de las antiguas.
En 1956 estrenó la Virgen el artístico manto que, según proyecto y dirección escrupulosa del gran rociero don Joaquín Castilla Romero, se realizó en el convento de Santa Isabel de Sevilla. Es una obra espléndida del bordado, de una riqueza monumental y de una categoría artística excepcional. Del mismo autor en cuanto a diseño, en el citado convento se confeccionó la magnífica toca de malla de oro que estrenó la venerada Imagen en 1960.
El orfebre don Manuel Seco realizó en 1961 un juego de “varas” para la Junta de Gobierno en plata repujada y dorada, de muy buena factura y acertado dibujo, proyectado también por don Joaquín Castilla Romero, que ofrendó siempre con generosidad sus meritorios trabajos a la Virgen del Rocío.
El 26 de enero de 1964 se colocó la primera piedra del nuevo Santuario del Rocío. Ofició la ceremonia el entonces primer obispo de Huelva, don Pedro Cantero Cuadrado, asistiendo a dicho acto las autoridades provinciales y la representación de todas las Hermandades de Nuestra Señora del Rocío. La obra, que ha durado largos años, se ha realizado según proyecto de los arquitectos sevillanos, don Alberto Balbontín Orta y don Antonio Delgado Roig, elegido entre varios presentados a concurso.
Hasta el 13 de abril de 1969 no entró por primera vez la Virgen en su nuevo templo, bendecido en la tarde del día anterior por el obispo de la diócesis onubense don José María García Lahiguera y acondicionado para albergar a la Santísima Virgen, a falta de retablo y camarín. El 2 de mayo de 1981 fue inaugurada la espadaña y fachada principal por el capellán del Santuario don Antonio Salas Delgado, por delegación del señor obispo don Rafael González Moralejo, con la asistencia de cincuenta y cuatro Hermandades del Rocío.
Esta importante obra se ha sufragado en su mayor parte por la Hermandad Matriz, algunas ayudas de organismos oficiales y la aportación generosa de los devotos.
Recientemente, años setenta, la Hermandad ha confeccionado escudo y estandarte propios, en los que figuran, además, la tiara papal y el escudo de España, en la época del Rey Alfonso XIII.
Aunque la corporación rociera almonteña ha utilizado siempre la tradicional medalla de la pandereta, hoy ostenta medalla propia para sus hermanos, como el resto de las hermandades.
Almonte, que mantiene siempre viva la llama rociera, asiste y participa de los solemnes cultos que su Hermandad organiza tanto en la propia localidad como en la aldea del Rocío, en honor de su Excelsa Titular y Patrona. Hay que destacar de entre todos ellos, la Solemne Novena que termina el día de la Ascensión del Señor, y que cada día se aplica por las intenciones de los hermanos, así como por los cofrades fallecidos durante el año. Es ritual la masiva asistencia de todos los almonteños devotos a los cultos del novenario, que concluye con la salve popular de despedida.
En el Rocío, es la responsable de todos los actos litúrgicos de la Romería, entre los que sobresalen el devotísimo Rosario de la noche del domingo, la grandiosa Misa de Pontifical y la apoteósica Procesión de la Señora.
En el mes de agosto, durante los días 16, 17 y 18 celebra el Triduo de acción de gracias en recuerdo del Voto del Rocío Chico; y por la noche del último día, Santo Rosario cantado por los alrededores de la ermita. El día 19, por la mañana, Misa y acto de Renovación del Voto, para terminar con procesión eucarística con el mismo itinerario que en el Rosario.
A lo largo de todo el año acompaña en sus peregrinaciones dominicales a todas las Hermandades en las funciones litúrgicas que éstas celebran en la ermita, con una representación oficial venida desde Almonte, integrada por miembros de su Junta de Gobierno, y que durante todo el día conviven con estas hermandades en fraternal unión.
La peregrinación oficial de la Hermandad de Almonte al Rocío se inicia el miércoles anterior a la Romería, después de haber celebrado misa de romeros en el Chaparral, desde la casa del Hermano Mayor y recorrer las calles de la localidad. Desde el Chaparral toma el camino de los Llanos hasta la venta en mitad de ruta, continuando por el Lote, los Taranjales, hasta llegar al Rocío al atardecer. Ante la puerta del santuario se entona la Salve y se concluye en la Casa-Hermandad. Con la presencia de la Hermandad de Almonte en el Rocío se inicia el primero de los actos de la Romería.
Aunque tiene lugar cada siete años, el momento más esperado por todos los almonteños es la venida de la Virgen a su pueblo. Ello ocurre el sábado siguiente al Rocío Chico, en que sale procesionalmente desde la ermita, vestida de Pastora, al atardecer, después de haberse celebrado misa por la mañana ante la Sagrada Imagen.
Al amanecer del domingo debe estar la Virgen en el Chaparral, donde se le dedica solemne salve, y, con un ritual celosamente guardado, el Capellán descubre delicadamente el rostro divino que permaneció oculto durante el trayecto. Una gran salva de escopetas, en recuerdo de los monteros y cazadores de antaño, rompe el silencio de la madrugada y dan la bienvenida a la Patrona. Bajo los arcos de flores de papel, obra de artistas locales bellamente realizados con exquisito gusto, pasa la Virgen por las calles de la localidad hasta la parroquia. Y allí, ante la Sagrada Imagen, colocada en el altar mayor, tendrá lugar la santa misa por la tarde, como todos los restantes días en que está la Virgen en Almonte.
La Virgen permanece en Almonte hasta el domingo anterior a la Fiesta de Pentecostés del año siguiente, no sin antes haber salido procesionalmente, vestida de Reina, siete días antes, y recorrer las calles del itinerario tradicional, exornadas para esta ocasión con tal grandiosidad y belleza que causa la admiración de propios y extraños. A su regreso al Rocío la Virgen sale de la parroquia por la noche hasta el Chaparral, de donde al amanecer parte a hombros de los almonteños para su ermita.
En cuanto a las obras asistenciales que lleva a cabo esta Hermandad cabe señalar su “Obra de Asistencia Social” a través de la cual se conceden importantes ayudas a necesitados de vivienda, a familias con problemas de enfermedad o carencia económica. En estrecha unión con la parroquia atiende y socorre a las necesidades que se le presentan. En el mismo sentido, mantiene subvenciones a Entidades y Colegios, excursiones de niños y ancianos y ha cedido su casa del Rocío para celebrar en ella convivencias escolares, de juventud y de apostolado. Colabora también permanentemente, con una cuota mensual, con Cáritas parroquial. Tiene además instituida desde 1956 una beca de estudios en el Seminario de Huelva.
Para el nuevo santuario la Hermandad decidió construir un retablo acorde con la estética del edificio y con el gusto popular andaluz. La Hermandad constituyó una Comisión Pro Retablo, que encomendó el estudio y proyecto a D. Juan Infante Galán. Los trabajos de diseño fueron realizados entre agosto de 1977 y agosto de 1978. Estilísticamente se basaba en el anterior retablo de la ermita, conectando con el novedoso diseño decorativo de los albores del rococó.
El 30 de agosto de 1980 se firmaba el primer contrato para la construcción del retablo con Antonio Martín Fernández como tallista y con Francisco Bailac Cenizo para la carpintería artística. Para la obra de imaginería se contrató a Manuel Carmona Martínez. En mayo de 1985 se organizó en Almonte una "Exposición sobre el nuevo retablo y camarín para la Stma. Virgen del Rocío", editándose un tríptico en el que consta que en esa fecha se hallaban realizadas las cuatro ménsulas, las cuatro monumentales columnas, los catorce colgantes de frutas y flores, las cuatro basas y capiteles, los cuatro capiteles de las retropilastras. Por su parte, el escultor Manuel Carmona había tallado los cuatro niños para las ménsulas, cuatro bocetos para los Evangelistas que decorarán las pechinas, y el relieve de San Lucas ya labrado a su tamaño.
Dificultades técnicas en la resolución del diseño retrasaban la ejecución del retablo, por lo que se decidió encomendar al tallista Antonio Martín Fernández un nuevo proyecto que aprovechara los elementos ya ejecutados en la fase anterior. El 15 de junio de 1989 se convocó en Almonte a un equipo de artistas y asesores con la misión de llevar a feliz término en un plazo de seis años obra tan esperada. En ella participan el ya mencionado tallista Antonio Martín, los arquitectos Pedro Rodríguez y María Luisa Marín, el escultor Manuel Carmona, el carpintero Matías Aceitón, el marmolista Manuel Gómez Rodríguez, los orfebres de Villarreal, encomendándose el proyecto iconográfico a Manuel J. Carrasco Terriza.
La Casa Real Española desde Alfonso X y Alfonso XI hasta Alfonso XIII está vinculada a la devoción rociera. Así, han sido augustos rocieros los infantes don Carlos y doña Luisa y sus hijas y los hijos de éstas. La Santísima Virgen ha recibido de tan egregia Familia broches, joyas y numerosos objetos de valor artístico
Actualmente, la Hermandad goza de personalidad jurídica, como Asociación Pública de la Iglesia, en virtud de su erección canónica, obtenida en tiempo inmemorial, reconocida y actualizada por el Señor Obispo de Huelva y por su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia.
Sale el miércoles antes de la romería, haciendo el camino de "Los Llanos", el camino de la Virgen, llegando al anochecer del mismo día a la aldea, y como Matriz, es la responsable de la organización de todos los actos.
Fuente Guía del Rocío de la fe
Recordatorios:
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