El motivo principal para centrar la carrera oficial en la Catedral es religioso y a continuación, histórico. Esto bastaría como punto final de este artículo. Pero como hay tanta indocumentación, dado que casi no se estudia en los colegios ni religión, ni historia (ni casi de nada, 'Pisa' a quien pese), pues viene bien recordar que, desde su origen, las procesiones de Semana Santa incluían, urbi et orbe , la catedral en sus recorridos. Así ha sido en Córdoba desde el principio. Aranda Doncel, y otros, lo han estudiado y divulgado.
Pero, aparte de los motivos religiosos e históricos, que deberían ser suficientes, por añadidura, hay otros que beneficiarían al creyente y al que no lo sea, al penitente y al turista, al devoto y al esteta.
El impacto estético del entorno e interior de la Mezquita Catedral es único. El pasado Viacrucis Magno lo demostró magníficamente. Como en Córdoba no valoramos lo que tenemos, han tenido que ser los miles de personas que han venido de fuera, andaluces, castellanos, catalanes, trianeros, macarenos, etcétera, quienes se hayan quedado boquiabiertos ante la belleza y- la religiosidad que emana de ese espacio. Una religiosidad e intimidad absolutamente ausente en la carrera oficial comercial, burguesa y mercantil del presente.
La carrera oficial de ahora hace feo lo bello. Cualquier paso, cualquier imagen, cualquier cortejo nazareno es contaminado por las farolas, los escaparates, los anuncios, los ruidos de una carrera oficial qua hace de las procesiones desfiles, no penitencia, que convierten su tránsito en pasarela, no en vía sacra. Mantener esta situación es restar posibilidades de crecimiento, conformarnos con lo mediocre (algo muy, muy, muy cordobés) cuando tenemos lo sublime a nuestro alcance. Llevamos años, muchos años estériles, tirando a la basura las posibilidades que tiene la carrera oficial en la Catedral. Posibilidades de coherencia religiosa, de placer estético, de beneficio cultural y, lo menos importante, pero no por ello ilegítimo, de beneficio económico para la ciudad.
Las sillas en la presente carrera oficial no se llenan todos los días, salvo jueves y viernes y algo más el Domingo de Ramos. Esto cambiaría con la monumentalidad del entorno de la Mezquita y su interior. Las sillas se comprarían con un click de antelación y probablemente antes desde fuera de Córdoba que desde dentro. La Semana Santa cordobesa adquiriría una personalidad única, definida por el espacio sagrado y milenario que la acogería, un espacio sagrado único en el mundo. Unico en el mundo. Procesiones en catedrales hay muchas. En una mezquita, sólo en Córdoba.
La Semana Santa en la catedral, rotundamente SI. Humildemente SI, ante quienes no lo vean y no estén de acuerdo, para invitarles a sopesar si lo positivo no pesaría mucho más que los inconvenientes. El vuelco que daría la ciudad y la Semana Santa en esos días sería un paso, no ya un paso de misterio, sino un paso de gigante.