Blas Jesús Muñoz. Se alinean los planetas en lugares, en espacios comunes, a costa del tonto útil que calla o, peor aun, del que otorga. Y en esta casa, en esta ciudad se otorga demasiado y se ataca con destreza al enemigo común que es la Iglesia, de casi todos los sectores, e incluso, de las propias cofradías que -en una mayoría cualificada- callan y ven. Y, a vueltas con ese espacio común donde el bombardeo mediático es diario y persistente como las fuerzas de la OTAN, el Triunfo de San Rafael, el Pocito o el patio de mi casa pueden y son utilizados con marketing planfetario sin ningún tipo de pudor.
Habría que cuestionarse a qué obedece la sucesión constante de noticias (y no me refiero solamente a un medio en concreto), sobre el mismo asunto, a sabiendas de que para el lector, mínimo, será fatigoso. Aunque tampoco hace falta ser demasiado listo. La última, en esta concatenación de repeticiones, viene a vueltas sobre la inmatriculación de la Plaza del Triunfo de San Rafael. Quizá, para esclarecer tanta confusión sería conveniente realizar una serie de precisiones:
- El obispado nunca transmitió el bien; ha sido propietario desde siempre. La historia sobre el bien se publicó en ABC y puede ser consultada por cualquier lector ávido de conocimiento.
- El único problema, de más de uno, de dos y de tres es que intentan engañar. Y para su ficción utilizan la confusión entre inmatriculación o inscripción en el Registro con propiedad. Se puede ser propietario sin tener el inmueble inscrito, aunque siempre es conveniente frente a terceros y para protegerse mediante los llamados principios registrales.
- Además, los asientos del Registro están bajo la salvaguarda de los tribunales; quien se considere propietario de un bien inscrito a nombre de otro puede interponer acciones legales para que se declare su dominio; en este caso, el juez determina la cancelación del asiento registral y la inscripción a favor de quien considera legítimo propietario.
Lo expuesto podría ser explicado una y mil veces que, para determinados medios y asociaciones tan laicas como ingenuas en sus formulaciones, poco importará. Pues no olviden que el "pim-pam-pum" da rédito, caché, vende y consigue que estemos pendientes de nimiedades, mientras lo importante pasa de puntillas sin que no nos enteremos. Desde luego, merecen un aplauso.