Sin embargo, a su mérito consultivo hay que sumar el demérito, radicado en la oportunidad de publicar el día en que el representante de las cofradías se reunía con la Consejera de Cultura y dicha "noticia" (hay quien afirma con bastante acierto que otros la conocían y pensaron en un bien mayor) salía como un misil en la línea de flotación de cualquier solución satisfactoria.
A todo ello, hay que sumar el acto de vanagloria sobrevenida, exclamada "a los cuatro vientos". Evidentemente, se antoja más importante el titular que el fondo, por más que se quiera uno instalar en la falsa pose de amar a las cofradías y querer presentar una lucha que se desvanece como una pastilla de paracetamol cuando aparece la oportunidad que tanto has esperado.
De hecho, como dijimos hace bien poco, puedes convertirte en autoproclamado apóstol de la Catedral sin haber hecho hasta ayer estación de penitencia en la Catedral. Porque, a la postre, una vez que el bien de las cofradías se convierte en la idoneidad de un titular al cierre de la edición, la credibilidad se afirma y sobran las explicaciones.