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viernes, 12 de febrero de 2016

En mi Huerto de los olivos: Recuerdos de mi comienzo (homenaje a un capataz)


Era a mediados largos de los ochenta que ya las ganas de ser costalero, me llevaban por la calle de la amargura a mí y a mis padres. A mí, porque el gusanillo ese ya me hacía ir a ver los ensayos de costalero de mi hermandad, por aquel entonces, y a mis padres por el tabardillo que ya les daba, para ver cuando me iban a dejar salir de costalero. Y en efecto se hizo realidad ese sueño, de ser costalero.

Fue una época que nunca olvidaré como ya he comentado varias veces en los distintos artículos que he escrito y en mi Pregón del Costalero de la Ciudad de Córdoba 2015. Y recuerdo que aquella cinta de “casete” que me regalaron de la Agrupación Musical de Los Gitanos, me tenía embaucado y enamorado. Aún recuerdo aquella percusión que por aquellos años, yo estudiante de B.U.P. y música, me tenía ya con el “yuyu” de esa droga que tenemos todos los cofrades y más aún los costaleros y capataces.

Claro está que mis ganas por ir a Sevilla eran continuas, pero claro con esa edad, era una utopía para ese muchacho alto y espigado como un esparrago. Mis visitas a Sevilla hasta ese entonces no habían pasado de las visitas al médico acompañando a mi padre, ese tren que tardaba en torno a las dos horas largas. Pero cuales mi sorpresa que hubo un amigo que me llevaron una noche a ver ensayos a Sevilla. Y más aún a ver el ensayo del Señor de los Gitanos “Emmanuel”.

Su capataz, un hombre bastante ancho de formas y maneras, y con una voz, que como casi siempre cuando es la primera se te queda grabado en la retina y en la memoria. Allí estaba él, comandando las decisiones que les daba a sus costaleros. Su particular forma de andar y mandar aquel paso, siempre me tuvieron enamorado de aquellas formas, que quizás no serían las mejores para algunos, pero para mí fueron las ordenes con más arte que yo hasta la fecha había visto.

Pasaron años y seguí disfrutando de él y de su manera sin igual de mandar. Y llegaron los videos. Llegaron otras maneras de seguir disfrutando de sus formas a la hora de dar órdenes a su cuadrilla de los Gitanos. Iba a las “madrugás”, la primera de la mano de dos amigos que siempre llevo en mi corazón por ser mis padrinos en las “madrugás” y después por ser gente buena de corazón y cofrades.

Conforme íbamos haciéndonos más mayores, además de la “Madrugá”, incluí otro día y empecé a disfrutar del Sábado Santo sevillano, también, ya que en nuestra ciudad había poco que ver. Aún recuerdo a “El Lopez” con su chaqueta abierta, su corbata que por las dimensiones de su barriga se quedaba a mitad de camino, sus rizos en su melena, sus patillas en su cara grande, su tranquilidad, su manera de llegar al costalero, su voz grave y con un volumen elevado dirigiendo al misterio del Cinco Llagas, por aquellas calles estrechas de Sevilla. Estoy haciendo memoria y creo que eran unas calles entre la Alfalfa y la plaza de San Pedro y me puse delante del paso para ver como esa mole de paso se adentraba por las angosturas de esas calles a la voz de “El Lopez”.

Las marchas sonaban, pero lo que realmente sonaba en mi cabeza eran las palabras de aliento de aquel capataz inconfundible por su verborrea. Así siempre se me quedaron grabadas aquellas que decía más o menos así:

“No corran ustedes, que las carreras son para los malos hombres, los ladrones y los malos toreros y ustedes son buenos hombres y costaleros”.

Más o menos así eran aquellas palabras que les decía a sus costaleros para dar tranquilidad en las calles estrechas, y reconozco que alguna vez hice plagio de esas palabras. La verdad, sea dicha que me emocionaba ver a este capataz de manera muy especial, al igual que D. Alberto Gallardo con su Virgen de las Angustias por la manera de dirigirse a su cuadrilla. Mira tú por dónde, mi primer capataz en pasos de verdad en Córdoba, por hechuras y formas tuve a uno que se parecía mucho que es D. Rafael Bracero Montoro. 

Así desde aquí mi sentido homenaje a este capataz que no conocí personalmente, sólo de verlo mandar en pasos como Los Gitanos y Cinco Llagas, pero que me demostró que para ser capataz o mejor dicho, para ser un grandísimo capataz hay que ser una grandísima persona como lo era este hombre. Y así, me lo han reconocido costaleros amigos míos que han salido en dicho paso en esa jornada del Sábado Santo que era un hombre entrañable.

Ya tomo esto a colación, que en esta vida se acordaran de ti, por lo que fuiste y como hiciste con los demás, si tú tiras un boomerang con malas formas, con malos modos, con malas maneras así te volverá a ti que lo tiraste de esa asid. Así que da lo que te gustaría recibir, porque tu boomerang volverá y ten cuidado vaya a ser que no estés preparado para cuando te llegue y te dé más fuerte de lo que tú lo lanzaste.

Estamos ya en Cuaresma, y así le pediré a mi tita “ercedes” como la llama mi madre que me haga mi “vieja cuaresma” para quitarla sus patas todos los viernes para recordar esa cuaresma que nos han enseñado a nosotros, nuestras abuelas, madres y titas. Con las espinacas con garbanzos, el bacalao, las torrijas, etc. Viernes de ensayos, de cultos, de vía crucis, de conciertos, de presentación de carteles, de pregones, de paradas en las tabernas cofrades, cortaremos algún traje, vestiremos algún santo y así transcurrirá estos cuarenta días con sus cuarenta noches, hasta llegar a ese Domingo de Ramos que será el primer golpe de llamador de una semana que nos llenará de gozos y de quebraderos de cabeza y de horarios. 

Que tengan una Santa Cuaresma y disfrútenla.


Pachi Giraldo   













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