Puede que simplemente se trate de deformación profesional pero, a veces, me da sensación de que debajo de las cosas aparentemente sencillas se esconden vicios ocultos y ciertos recovecos de difícil explicación. Uno, que ya peina canas, se sorprende a sí mismo cuestionando asuntos que al común de los mortales no les genera duda alguna. Mientras los demás aplauden con satisfacción, yo suelo escudriñar como si, necesariamente, algo tuviese que descuadrar… Reconozco que es un defecto que siempre he tenido. Ponerlo todo en duda. O tal vez sea una virtud que impide que la ingenuidad gobierne mis decisiones. Fíjense que incluso siendo desconfiado por naturaleza algunos me la han colado a lo largo de la vida haciéndome creer que había amistad donde solamente existía interés y mentiras… no quiero ni imaginar lo que pasaría si fuese capaz de fiarme de todo.
Resulta que ahora, de la noche a la mañana, de un plumazo transcrito en un informe, se ha solucionado el espinoso asunto de la segunda puerta. Así, sin anestesia, como por arte de birlibirloque. Y la solución, para sorpresa de las cofradías, no viene de los presuntos amigos, sino del recalcitrante enemigo que, ¡chas!, de repente, ha hallado la fórmula secreta para superar todas las objeciones que convertían en una entelequia abrir una segunda puerta en la Mezquita-Catedral, antigua Catedral, antigua Mezquita, antigua Basílica de San Vicente. Y lo han hecho sin pestañear. Ha bastado enviar una petición al lugar adecuado en el momento justo y et voilà “la segunda puerta está cerca”.
Y yo, que como ya les he confesado, soy un desconfiado empedernido, he recordado automáticamente que en marzo de este mismo año, sorpresivamente, el Cabildo Catedral cambió de la noche a la mañana la denominación de la Catedral de Córdoba por “Conjunto Monumental Mezquita-Catedral” satisfaciendo de este modo una de las reivindicaciones de cierto sector de la ciudadanía, incluido el partido que gobierna en San Telmo y se desgobierna a sí mismo. Una noticia que pilló a todo el mundo con el pie cambiado, como la de ahora –incluso alguien con sotana ha tenido que pedir el informe a quién por razones obvias ya no le va a pasar información, cosas de la competencia-, incluyendo a las cofradías y a ciertos medios de comunicación, que hicimos una defensa numantina de una denominación que el Cabildo no tuvo reparo alguno en sustituir en un suspiro de ángel. Seguramente aquello no guarde relación alguna con la mágica solución para la soñada puerta, pero no he podido evitar que el recuerdo me asalte, cosas del subconsciente.
Les confieso que ya me pareció una casualidad muy casual que nombrasen segundo de a bordo de Rosa Aguilar para este asunto, a un antiguo Presidente de la Agrupación de Cofradías, y que desde el mes de marzo el conflicto de la titularidad haya desaparecido de la primera plana de los periódicos, salvo por los rebuznos ocasionales de los de siempre… y por supuesto que cierto dirigente cofrade, que debería estar muy bien informado sobre el asunto y según cuentan bastante interesado económicamente en su solución, se olvidase sorprendentemente de él en plena negociación para el traslado de la Carrera Oficial. Como me lo parece que en la última reestructuración del gobierno municipal, “el cofrade” pase a ocuparse del Área de Cultura y Patrimonio… Aunque también es probable que todos estos elemento no tengan ninguna vinculación entre sí y yo sea demasiado peliculero.
Ayer mismo un importante personaje del mundo de las cofradías me espetó, “la segunda puerta no se ha abierto antes porque el Cabildo no ha querido. El Cabildo nunca ha estado realmente interesado en la apertura de la segunda puerta”. Yo no sabría decirles, pero el que la lleva la entiende. ¿Mira que si al final, como ocurre a veces con los presuntos amigos, las cosas no son como parecen sino como son, y las cosas como son y no como nos gustaría que fuesen?. ¿Mira que si al final la que resuelve el entuerto es la que aparentemente ponía palos en las ruedas y los que las vuelven a poner son los que presuntamente empujaban hacia abajo? ¿Mira que si es verdad eso de que hay quien no mueve un dedo gratis? ¡Ay, virgencita…! ¿por qué seré tan fantasioso?
Guillermo Rodríguez