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sábado, 21 de enero de 2017

Sin ánimo de ofender: ¿Una moda pasajera?


Tal y como las redes sociales de las distintas hermandades que componen el panorama cofrade cordobés se han ido encargando de anunciar a lo largo de varias semanas, el sector del costal parece haberse puesto ya en marcha, preparando y comenzando a vivir una Semana Santa que a otros nos tocará empezar a sentir algo más tarde.

Sin embargo, aunque este colectivo ha estado expuesto a numerosas críticas en los últimos tiempos, en ocasiones - según parece - por habérsele concedido demasiado poder en el funcionamiento de una hermandad y en otras por un exceso de protagonismo de determinados miembros de una cuadrilla, parece inimaginable una Semana Mayor marcada por la carencia de unos costaleros que, en su día, cambiaron la concepción del clásico desfile procesional y fueron comieron el terreno progresivamente a las tradicionales ruedas, que de tanto recogimiento y misticismo dotaban a las cofradías. Un estilo que hoy en día solo se ve reflejado en la estética de la siempre sobria Hermandad del Remedio de Ánimas, en la que el tiempo parece haberse detenido indefinidamente. 

No cabe duda de que con el paso de las décadas, la labor que han ido desempeñando las cuadrillas de costaleros – que primero fueron de profesionales para posteriormente ser reemplazadas por las de hermanos – se ha convertido en una costumbre de arraigo, inherente a la Semana Santa. Quizá por eso precisamente, me resultó tan llamativo como impropio el planteamiento expuesto días atrás en medio de lo que ni siquiera había llegado a parecerse a una tertulia cofrade. “¿Y si la del costal fuera una moda pasajera?”. Es prácticamente imposible tener una reacción inmediata que no sea la de fruncir el ceño y preguntarse con escepticismo qué otra alternativa podría imponerse a las cuadrillas de costaleros.

“No hablo de algo que pudiera suceder de aquí a cinco años, ni siquiera dentro de un par de décadas, sino como una posibilidad a largo plazo”. Pero aun así, seguía sin sonar del todo convincente, no tanto por el hecho en sí – que también – sino por el motivo que, hipotéticamente, podría conducir a una realidad como esa. “Piénsalo bien, ¿cuántos costaleros han tenido que hacer en muchos momentos recorridos completos o casi completos por falta de relevos?; ¿cuántas hermandades necesitan de las cuadrillas de otras para poder poner sus pasos en la calle?; ¿cuántas de esas cuadrillas se mueven con asombrosa frecuencia conducidas por el ‘amiguismo’ y las simpatías hacia un determinado capataz?; Muchas, hasta el punto de que al fin y al cabo y de una forma u otra, todas los miembros de esas cuadrillas se conocen entre sí, para bien o para mal, asociándose inevitable y exclusivamente al proceder de su capataz”.

Así y todo, aunque el razonamiento se correspondía incuestionablemente con sucesos a los que estamos más que acostumbrados a presenciar, continuaba sin ser determinante, hasta que se sumó a una exposición acerca de la formación y la fe de las que tanto se habla en el presente. “La devoción es esencial, no solo hacia el titular de tu cofradía, sino en tu día a día. No se es creyente ni practicante solo una vez al año, para ponerse un costal, sentirse realizado y desentenderse los meses restantes. Y sin embargo, ¿cuántas personas jóvenes ves en misa un domingo cualquiera, en cualquier iglesia? Pocas, muchísimas menos de las que hacen posible la Semana Santa y también menos de las que se suelen meter debajo de un paso. Tal vez esa falta de compromiso o de convicción en la creencia, añadida a un ateísmo y agnosticismo incrementados en la población y a los factores anteriores, termine por conducirnos con el tiempo a una Semana Mayor sin costaleros que, a su vez, nos fuercen a recurrir a otros sistemas como las viejas ruedas…por decir algo”.

Después de todo, quizá la idea inicial no fuera tan descabellada como podía parecía en un principio y la semana más esperada del año por muchos esté más a merced de la desidia y la voluntad de “grupos de amigos” que de nuestras propias creencias y los principios que se le presuponen al universo cofrade.

Esther Mª Ojeda


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