Estamos habituados a que las hermandades experimenten bruscos cambios de estilo que afectan a su devenir cotidiano y a la manifestación de lo que son cuando un día al año se convierten en cofradía. Partamos de la base de que no pretendemos en absoluto sentar cátedra ni expresar opiniones dogmáticas. No caigamos en la tentación de mostrarnos justamente como aquellos cuya actitud llevamos denunciando toda la vida. Estas líneas expresan únicamente nuestra humilde opinión, tan válida como la del que piense lo contrario. La excusa que motiva este escrito, es la reciente noticia de que
Tampoco pretendemos cuestionar
una decisión en concreto, soberana por otra parte, sino, utilizando un hecho
singular, hablar de, a nuestro juicio, un problema generalizado que viene
afectando a las hermandades de nuestra ciudad en las últimas décadas.
Probablemente en esta determinación hayan influido una serie de parámetros que
no han trascendido oficialmente pero que pululan por los mentideros de la
ciudad y que hablan de ciertas desavenencias en las últimas fechas entre una Agrupación
que lleva acompañando al Señor de la
Fe casi desde sus inicios y la Hermandad. Desde
luego, puede ser perfectamente plausible que esto suceda. El tiempo puede ir
desgastando las relaciones más perfectas y es absolutamente entendible que
después de un largo caminar juntos, se decida sustituir una banda por otra. Lo
que ya se nos antoja más discutible es el cambio de rumbo drástico que supone pasar
repentinamente de Agrupación Musical a Banda de Cornetas y Tambores, con todo
lo que ello conlleva, que no es poco. Dejando de lado el gusto personal,
subjetivo e intransferible de cada cuál, parecería recomendable que modificaciones
de este calado, nunca se vieran afectados por aspectos coyunturales y modas
pasajeras. No aseveramos que sea esta la causa que ha determinado o influido en
esta decisión concreta, pero si es factible que así haya sido en otros hechos
similares de los que todos tenemos constancia.
Hemos observado cambios parecidos
en demasiadas ocasiones, que afectan no sólo a qué música acompaña a
determinado Titular sino a la forma de andar de una cuadrilla y por extensión
del cortejo. Este es el ejemplo más reciente, pero no el único. Los giros
copernicanos no son exclusivos de nuestra ciudad. En Sevilla hemos visto a
hermandades con acciones similares en las últimos años. Y los cambios no se
circunscriben únicamente al ámbito musical o al andar de un paso sino que a
veces se producen auténticas metamorfosis que afectan al estilo de toda la Cofradía. Hemos padecido
experimentos temporales, como aquellos años en los que por el capricho de un
prestamista particular y la cómplice anuencia de la Junta de Gobierno, el misterio
de la Paz dejó de
ir acompañado por Agrupación Musical para hacerlo por Cornetas y Tambores.
Después de la prueba, como si del Guadiana se tratase, se regresó al punto de
partida. La propia corporación capuchina incorporó hace escasos años acólitos
vestidos de librea acompañando incomprensiblemente al paso de palio (algo
insólito y carente de cualquier lógica para una cofradía como ésta) o el coro
de niños que se pasea tras del manto de la Virgen (decimos pasea y no canta para incurrir en
el menor número de inexactitudes posible). Podemos citar otros ejemplos;
hermandades que han ido modificando su estilo en sentidos opuestos, túnica de
cola, cornetas, agrupación, silencio… cuadrillas con cambios, sin cambios…
misterios que los que tenemos cierta edad recordamos haciendo “pilatos” que han
perdido su sello, esperemos que no para siempre… por no hablar de hermandades que estrenan canastillas
en bruto periódicamente. Otras han pasado de bajar Luján compitiendo
festivamente con quien la misma noche lo hace por Bailío, a llevar cirios
tiniebla en los tramos intermedios de su cortejo, regalándonos unos de los más asombrosos
contrastes que una única cofradía puede hacer por sí sola.
En nuestra humilde opinión, sería
deseable en primer lugar, que las hermandades definiesen de forma clara y
meridiana su estilo de forma definitiva, con el mayor consenso posible de su
nómina de hermanos plasmando dicho estilo en las Reglas que las gobiernan o en
algún Reglamento habilitado al efecto. No decimos que no puedan acometerse pequeños
cambios incluso sustanciales, si la situación lo requiere, sobre todo cuando éstos
intenten evitar ciertas realidades carentes de sentido cofrade (algunas de
ellas, en la mente de todos: militares desfilando y no acompañando, mantillas
detrás de una banda, acólitos cubiertos, presidencias civiles por doquier,
religiosos con insignias de la hermandad delante de los Titulares, túnicas de
capa que no llevan capa…), pero estos cambios no deben producirse periódicamente
en un sentido y justo en el contrario al cabo de unos pocos años, al arbitrio
de las modas o del gusto particular de unos dirigentes temporales. Recordemos
siempre que, pese a lo que algunos piensan, las personas pasan pero las
hermandades permanecen en el tiempo.
Finalmente, creemos
imprescindible que interna o, si ello no fuera posible por la propia
incapacidad del mundo cofrade para autorregularse, desde algún ente superior, se
exigieran para abordar este tipo de modificaciones sustanciales, unas mayorías
altamente cualificadas que, por ejemplo, obliguen a someter siempre estas
modificaciones a Cabildo General de hermanos, requiriendo al menos dos tercios
del censo y no de los votos emitidos e impidiendo que estas decisiones puedan
tomarse en el seno de una Junta de Gobierno. En definitiva, se trata de
preservar la tradición y el estilo de las cofradías y salvaguardarlas del
arbitrio de dirigentes circunstanciales.
Guillermo Rodríguez