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martes, 6 de agosto de 2013

Silencio, pasa la Amargura

Semana Santa de 1911. “La de San Juan de la Palma” sorprendió a todo aquel que se acercó a contemplar una cofradía que, hasta ese año, no era precisamente un ejemplo de compostura durante su estación de penitencia. Se cumple en 2011 el centenario de la transformación que llevó a la Amargura a ser la cofradía de corte serio que actualmente conocemos. Una idiosincrasia única que, aunque se forjó a lo largo de los años, tuvo su germen en la iniciativa de un hombre que luchó por cumplir la promesa que le hizo a su mujer. Así nació el Silencio Blanco…

 “Pilar, te prometo que esto va a cambiar”. Con estas palabras, el mayordomo José Prados Vera inició una transición histórica que llevó a la cofradía de la Amargura a ser denominada como el Silencio Blanco y eliminar, de este modo, una estampa habitual como era la de nazarenos en los bares, insignias abandonadas, los pasos parando en casa de los hermanos y sin hora de entrada… a la austeridad y recogimiento en sus filas. El nieto de aquel hombre, Ángel Prados, cuenta cómo se forjó el cambio. “El Domingo de Ramos de 1910, mi abuela, Pilar Parejo, fue a ver la cofradía a la entrada después de que mi abuelo la convenciera para que lo hiciese, pues ella no quería. Aquello le pareció tan bochornoso, que cuando vio a mi abuelo le dijo… `Pepe, no me vuelvas a traer aquí´. Entonces, él le prometió que iba a hacer lo que fuera porque la cofradía pasara a ser un ejemplo. Y así fue”.

Era una época de cambios en San Juan de la Palma. Entre otras cosas, la hermandad incrementó notablemente su patrimonio tras haberse fusionado con la Sacramental en 1904 y había intenciones de sustituir el paso de misterio, entre otras cosas. Un proceso que llevó a los hermanos a plantear un modelo estético de hermandad, que incluía la estación de penitencia. Los cabildos con el punto “reformas y otras actividades” eran más que frecuentes… hasta que llegó el cabildo post Semana Santa de 1910. No sin polémica, José Prados Vera se presentó ante los hermanos con una propuesta rupturista con lo que venía siendo la cofradía hasta aquel año. Se acabaron los niños en las filas de nazarenos… “los que quieran ponerse la túnica que se la pongan por la mañana para visitar el templo”, decía. Se acabó también el vino. Y el abandonar las filas. Además, todo esto se vio materializado con la unificación de las túnicas.  

Hasta ese año, los nazarenos de los tramos del Señor iban como ahora, con hábito y antifaz blancos aunque con un escudo diferente al actual todo como símbolo de la túnica blanca que Herodes mandó poner al Señor para tomarlo por loco, y los de la Virgen iban con antifaz morado y túnica blanca. Además, estos antifaces se encontraban en muy mal estado, por lo que José Prados aprovechó en aquel cabildo para que todos los nazarenos vistieran de blanco entero. Estos cambios originaron que muchos hermanos se dieran de baja disconformes con la decisión. Era una nueva cofradía… pero había un problema, faltaban nazarenos. De este modo, el propio José Prados Vera, que trabajaba en la Fábrica de Artillería, hizo hermanos a muchos obreros para, por un lado, asegurarse que estos cambios se aprobasen en los sucesivos cabildos y, por otro, para engrosar las filas de nazarenos.

El “Acorazado Potemkin”

Además de la transformación del cortejo, la hermandad aprobó la sustitución de su paso de misterio por otro enorme, de metal plateado, que con los años fue denominado el “Acorazado Potemkin”, en honor de la película de Eisenstein. Un paso “que en general gustó mucho, pues aunque era de poco mérito artístico, era de gran visualidad”, según el historiador Juan Martínez Alcalde. Duró pocos años ya que, en 1919 fue sustituido por otro de corte similar al actual y éste pasó a ser altar de cultos de la hermandad. Posteriormente, fue vendido al Rocío de Triana y, de cara a la exposición que organizará este mes la hermandad en el Círculo Mercantil para conmemorar esta efeméride, será expuesto con otros muchos enseres.

Todos estas novedades se vieron materializadas en la Semana Santa de 1911 que, precisamente, fue
muy accidentada. De San Juan de la Palma salieron dos cofradías diferentes en 1910 y 1911. Esto, sumado a que en aquella época no había información sobre cofradías como hay actualmente, dejó atónitos a cuantos se acercaron a contemplar el paso de la hermandad. Fue entonces cuando empezó a ser conocida como “el Silencio Blanco”. “Silencio” porque, además de ser la advocación del Señor, la cofradía quedó imbuida por este carácter cercano a la de San Antonio Abad. Y “blanco” porque a diferencia de las de ruán, la Amargura iba de este color.

Lluvia y bronca

El Domingo de Ramos de 1911 no fue precisamente el día del estreno. La lluvia que cayó durante toda la jornada hizo que la junta de gobierno decidiera esperar a que la cofradía saliera el Lunes Santo. Sin embargo, también llovía, por lo que fijaron la salida al Martes Santo. De este modo, la “nueva” cofradía de San Juan de la Palma se puso en la calle con un cortejo inferior al de años anteriores pero con un sello mucho más austero. Al llegar a la Plaza de la Europa, tuvo que correr porque empezó a llover, al igual que en el regreso de la Catedral, teniendo que acortar el recorrido.

Pero lo que más sonó en aquella jornada no fueron ni los estrenos ni la lluvia, sino que fue la bronca que hubo entre la Amargura y las Aguas que, por entonces, salían de San Jacinto. Según el programa del día, estaba previsto que la de Triana pasara por delante en Carrera Oficial. Sin embargo, la de San Juan de la Palma, viendo el retraso que traía ésta y que el día no estaba para demorar el recorrido, intento “colarse”. Esto provocó discusiones subidas de tono entre ambas corporaciones, con carreras y gritos incluidos, cuestión que recogió Juan Carrero en sus “Anales”. Finalmente, las Aguas pasaron delante.

Antecedentes al Silencio Blanco

A pesar de que se cumple este año el centenario de aquel cambio histórico en el sello de la Amargura, existe un antecedente por el que hay quien fue sino la materialización de algo propuesto siete décadas antes. 

Y es que, ya en 1830 existen testimonios documentales de que, en plena etapa de reorganización de la hermandad, los nazarenos vestían de blanco. Además, dos años después, en 1832, un documento del historiador y secretario de la Hermandad de la Amargura, además de hermano del Silencio, Félix González de León, invitaba a los nazarenos a imitar a la de San Antonio Abad, sin perder la idiosincrasia de vestir el hábito blanco. “Que el silencio, el arreglo y el respeto a quien os dirijan manifieste vuestra interior compunción y que el pueblo edificado prorrumpa al ver que guardáis… estos son los nazarenos del Silencio”, señala. ¿Estaba ya en la mente el “Silencio Blanco”? La cuestión es que, desde 1911, fue constituyéndose una cofradía diferente a las demás. Austera pero de barrio. En silencio pero con cornetas y tambores y banda de música. A partir de ahí, y gracias a nombres como Cayetano González, Rodríguez Ojeda o Font de Anta, y el esfuerzo de los hermanos, se fue construyendo peldaño a peldaño el actual sello de la Hermandad de la Amargura, probablemente hasta la Coronación de la Virgen en 1954. A partir de ahí, sólo quedaba mantener lo que ya se había creado: el Silencio Blanco.

El nuevo paso de Misterio de la Amargura de 1911

De la revista número 35 de Pasión en Sevilla, marzo de 2011








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