Porto mi cruz, la que las lágrimas labran en mi soledad. Sobre la tierra, va surcando el peso de mis silencios que peregrinan junto al eco de mis huellas. Percibo una suave brisa, un haz de luz que conforma el canto del amanecer. La piedra no posee sensibilidad, es el tacto de sus creadores, los que dejan en ella su impronta.
Naranjos con el único abrazo de la primavera, surtidores de agua que oran al firmamento, único dueño del sendero ungido. El corazón es el escriba, que plasma en el papiro del alma la plenitud del conocimiento, el Sol es Rey, porque predica con su luz hasta el más tenue de los espacios.
José Antonio Guzmán Pérez
Recordatorio Calvario de Iris