Hacía
ya tiempo que deseaba abordar la temática que hoy vamos a tratar en este
Candelabro de Cola de estivales calores julianos. Decidí que había llegado el
momento cuando el pasado miércoles, en un tranquilo paseo por las calles del
centro de la ciudad, recordé que la Hermandad de la Estrella había trasladado a
sus Sagrados Titulares hasta la antigua Iglesia de San Juan de los Caballeros
(Las Esclavas). Así que encaminé mis pasos hacia el templo a fin de contemplar
a Nuestro Padre Jesús de la Redención y a Nuestra Señora de la Estrella en su
sede provisional mientras duran las obras en San Fernando –que ojalá mejoré
notablemente su fisonomía, que buena falta le hace-. ¿Y qué me encuentro en la
Plaza de San Juan? ¡Acertaron! Una puerta bien cerrada. No les voy a engañar,
no me sorprendió lo que encontré. ¿En qué cabeza cabe que una iglesia ubicada
entre el centro de la ciudad y el entorno de la Judería esté abierta un
miércoles a las 20.30 horas? ¡Qué
disparate! Cuando ya me disponía a volver por donde había venido, llamó mi
atención un folio en blanco que anunciaba la suspensión de todas las misas
desde el 30 de junio y que el horario de adoración a Jesús Sacramentado se
realizaría de 12 a 14 horas solamente durante el mes de julio. Será que en
agosto el Santísimo veranea en Chiclana o Fuengirola y lo adorarán en el
chiringuito de turno sustituyendo el humo del incienso por el de las brasas con
que se asan los espetos. Visto cómo está el patio uno se pregunta,
inevitablemente, si no había mejor lugar donde mantener el culto a los
Titulares de la Hermandad en cuestión…
Lamentablemente
esta es la tónica habitual de gran parte de las iglesias, parroquias y
conventos de nuestra ciudad. Aquí hay muchos lugares de culto (de culto de
boquilla, ya ustedes saben…) que son más difíciles de encontrar abiertos que
aprobar unas oposiciones de notaría. Si usted, cordobés de nacimiento o de
adopción, si ha residido algún tiempo en la ciudad o si ha tenido a bien
visitarnos en alguna ocasión, ha logrado ver abierto alguna vez los conventos
de Santa Ana, Jesús Crucificado, la Encarnación, Santa Victoria o la iglesia de
San Pedro de Alcántara debe sentirse un auténtico afortunado. Porque,
francamente: ¡no hay narices! Y, de hecho: ¡manda narices! Uno cuenta ya sus
añitos y se conoce bien el paño pero no por ello deja de comprender cómo una
ciudad que tiene tanto y tan bello se empeña sistemáticamente en ocultarlo a
sus propios vecinos y a los que vienen de fuera. Aparte, claro está, de impedir
momentos de oración y recogimiento de los fieles: eso sobre todo. Y una vez más
se ponen de manifiesto la miopía, la poca claridad de ideas y el nulo sentido
común de muchos siervos de la iglesia. Para quienes quieran oír: ¡Abran las
puertas! Porque, aunque aún no se lo crean, con las puertas cerradas no entran
los fieles, sin fieles se pierden las devociones y el culto y, con ellos, entre
otras cosas, las limosnas y donativos. Esto no es muy difícil de entender y en
muchos otros lugares lo tienen claro como el agua. Ejemplos hay muchos.
Encontrar conventos de clausura abiertos en Sevilla no es nada complejo. En
Granada, quien escribe, visitó el pasado invierno la Parroquia de San Justo y
Pastor un sábado a las 16.45 horas. Incluso fuera de nuestras fronteras, en
Italia, sur de Francia o Grecia, lo que es realmente complicado es encontrar
una sola iglesia cerrada. Pero oiga, quién sabe… quizá todos llevan el paso cambiado
menos nosotros.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de Cola