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lunes, 7 de julio de 2014

Roma escucha al pueblo... por fin


El clamor del pueblo de Dios ha llegado al Vaticano. Filtrado y recogido a través de las aportaciones de casi todas las conferencias episcopales del mundo y demás organismos e instituciones. El pueblo aprovechó la ocasión que le brindó un Papa (el Papa Francisco), para dejar oír su voz en Roma. Y allí llegó clara y transparente. Y, por una vez, no se trató de cocinar ni de ocultar ni de manipular. Francisco tiene claro (y con él los responsables del Sínodo) que "vox populi, vox Dei". Y que nadie puede hacer callar a Dios, cuando habla a través de su pueblo.


Se le consultó al pueblo sobre un asunto de su experiencia y de su vivencia diaria: la familia. Si alguien vive la familia son las familias creyentes. Si alguien tiene experiencia vital de lo que en ellas se cuece y se vive, se sufre y se goza, son las familias creyentes.

Familias que aprovecharon la ocasión para contestar lo que llevan años sufriendo en silencio. Entre otras muchas cosas, que habrá tiempo de ir analizando con detalle, lo que más me llamó la atención de las contestaciones (recogidas en el instrumentum laboris) es que los fieles católicos están hartos de que una jerarquía celibataria les imponga una moral sexual que se da de patadas con su experiencia vital. Claman contra una intromisión no deseada.

Dejan claro que hay, desde hace tiempo, en la Iglesia un cisma real en lo que a la doctrina moral se refiere. Por un lado están los principios y las doctrinas, que se mantienen contra viento y marea, y por otro, la vida de la gente. Gente que, por ejemplo, utiliza anticonceptivos para regular la natalidad y no se siente pecadora por ello. Y lo hace en conciencia y se acerca a comulgar. Y así sucesivamente, con los preservativos...etc.

Roma ha dado un primer paso: reconoce la situación de dicotomía que se vive en la Iglesia. Una situación con la que ya no es posible contemporizar. Ya no vale aquello de que "la Iglesia apunta a lo máximo y se conforma con lo mínimo". Apunta al ideal y se conforma con lo real. Ya no vale el que los obispos sigan manteniendo la doctrina y los curas la adecuen a la realidad pastoral y la suavicen totalmente. O al contrario, la impongan a martillazos verbales.

Hecho el análisis de la realidad, con el diagnóstico claro, sólo queda tratar al cuerpo eclesial enfermo. Monseñor Bruno Forte, eminente teólogo, apuntaba ayer, en la presentación del instrumentum laboris, a la recuperación de la "Humanae Vitae" como medicina. Bien interpretada, eso sí. Porque, partiendo de la categoría de la "paternidad responsable", se puede encontrar salida a muchos de los problemas de moral sexual.

Nos jugamos el futuro en ello. Mientras no se solucione este cisma real de la moral sexual, los católicos adultos seguirán dando la espalda a la doctrina y haciendo lo contrario de lo que les exige su Iglesia. Y los jóvenes seguirán huyendo de una Iglesia que no les ofrece salida alguna en el ámbito de la moral sexual.

La dinámica ha cambiado en Roma. De la mano del Papa Francisco, la perspectiva desde la que se va a abordar esta sensible temática (que afecta a la vida de las personas y de las familias en profundidad) va a ser la misericordia y la alegría. Todo un motivo de esperanza y de garantía de éxito. Queda un largo camino por recorrer y muchas reticencias de los que se aferran a la doctrina por encima del Evangelio. Pero se andará. Nos jugamos el futuro y el ser de la Iglesia pobre y para los pobres.







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