El domingo tuve una tarde de esas especiales. Me fui a ver a la comparsa de Ares con la idea de pedirle que el año que viene le haga un cuplé a la Alcalda y no hubo manera. No por nada, si no porque no lo vi. Pero me estuve deleitando con la presentación y lo que se recrea Antonio con llamarse cobarde como indignado e imponiéndose una pena mora por haberse pirao trece años. Y aquí a alguno haría falta que se fuese ciento treinta y me parecería mu' poco.
Salí emocionado cantando pasodobles como un campeón hasta que algún desagradecido me mandó unas fotos al guasa con altares de cultos castizos. Había uno lleno de unas florecillas que recordaban a un altar de campaña en mitad del campo de una peregrinación y otro que más que pinta de añejo era picado. Entonces pensé que un hombre cobarde no conquista a una mujer bonita y que iba a ser valiente como aquella vez e iba a dar nombres. Pero pensé que no tiene arreglo y mejor seguir siendo cobarde, cobarde, cobarde, cobarde, cobarde.
Juan Antonio Martínez Aragón
Recordatorio Desde el Gallinero: Las hermandades ya no le temen al agua