Joaquín de Sierra i Fabra. Suspira el querubín por muchos toreros de vocación que la ciudad de la Torre del Oro cobija en los más insospechados lugares.
Suspiros alados por todos esos diestros que con las vaquillas se ensañan aplicándoles el descabello las veces que haga falta luciendo casi siempre modales exquisitos en forma de dulces palabras.
Suspira el ángel porque sabe que el valor de los que visten traje de luces brilla siempre por su ausencia ante los toros de las ganaderías Miura y Victorino y ante ellos todo son capotazos para intentar tapar las malas faenas de los astados, tal y como han hecho con la última que escogió un polémico predicador sin que hubiera necesidad, aunque ahora vengan a vestirnos al toro de seda.
Fuente Fotográfica
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