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martes, 3 de enero de 2017

El día que enterraron a Montes de Oca


Jesús Pérez. Ser imaginero es un oficio que mana de la gracia de Dios. Es estar en la gloria sin elevar los pies de la tierra. Ser imaginero es un trabajo que produce una inmensa satisfacción porque crea fe y devoción. El imaginero nunca cae en el olvido porque Dios es infinito y mientras esté Dios se pronunciará el nombre de un imaginero como José Montes de Oca.

Su fecha de nacimiento es una incógnita actualmente. Según estudios recientes, se cree que nació en el año 1676. Aunque el historiador, humanista y pintor Juan Agustín Ceán Bermúdez data su fecha de nacimiento en el año 1668. Su formación como artista la realizó en Sevilla en el taller de Pedro Roldán a final del siglo XVII. Hasta el año 1717 utilizó el apellido paterno, León, circunstancia que ha impedido identificarlo con José de León, un escultor del siglo XVIII localizado por el historiador José Gestoso.

A partir de ese año comienza a datarse sus obras, como su primer trabajo documentado, una imagen de la Virgen de los Dolores para la hermandad servita de La Puebla de Cazalla. En 1719 contrató la talla de una Purísima Concepción con la Venerable Orden Tercera de los Carmelitas Descalzos de San Diego de Cádiz. Unos años más tarde, en 1726, realizó Santa Ana y la Virgen Niña de la Iglesia de Nuestra Señora de las Virtudes de La Puebla de Cazalla. Luego contrata con Gaspar Jiménez el retablo para el oratorio de San Felipe Neri en 1728, y un año después, la imagen de San Francisco Javier para la Iglesia de San Luis de los Franceses. 

El único misterio pasionista del escultor en Sevilla lo realiza en 1730 para la Hermandad de los Servitas, la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Providencia, siendo consideradas como sus mejores obras. En 1732 realiza una talla de Jesús Nazareno conocida como Jesús sin soga para la desaparecida Capilla de San Gregorio de Écija. Posteriormente, concluye la talla del Nazareno de las Tres Caídas del Convento del Espíritu Santo de Triana, conocida como el primer nazareno de la Hermandad de los Gitanos que data de 1738.

En la década de los cuarenta del siglo XVIII, Montes de Oca expresa su madurez artística a través de numerosos encargos. Como ejemplo el San José con Niño creado para la Parroquia de San Isidoro de Sevilla, una Santa Ana con la Virgen Niña para Morón de la Frontero y un Jesús Nazareno para la Parroquia de la Asunción de Lora del Río. Todas ellas firmadas en el año 1740. En 1743 realiza la talla de la Divina Pastora de las Almas de Dos Hermanas que se venera en la Iglesia de Santa María Magdalena de Dos Hermanas. Sobre esta fecha se data una de sus obras más celebradas, el grupo escultórico conocido como Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, que se encuentra en un retablo lateral de la nave del Evangelio de la Iglesia del Divino Salvador de Sevilla y que fue restaurada en 2007 por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH).

En 1745 firma su primer testamento conocido y muere el 3 de enero de 1754, siendo sepultado en la Parroquia de Santa Cruz de Sevilla. El carácter profundamente religioso del artista, su humanidad, su propia formación artística marcada por el sentir barroco tradicional, y sobre todo, las carencias artísticas conceptuales de la primera mitad del XVIII influyeron poderosamente en su obra. Montes de Oca, consciente de la crisis estética del último barroco, consideró que el lenguaje imperante había llegado a su punto culminante, y comenzaba un largo y agónico camino de decadencia. 

No solo él, sino la mayoría de los escultores de la primera mitad del XVIII que asistieron a la irrupción progresiva del racionalismo moderno, una nueva corriente de pensamiento que dejaba en evidencia a un estilo arcaico, vacío y a de contenido, teatral, efectista, y superficial, que tuvo su época dorada en el siglo anterior, y que llegaba exhausto a una época diferente, en la que no tenía sentido. Ante esta situación el imaginero optó por una solución que, desde entonces, y con mayor o menor fortuna, se repetirá con demasiada frecuencia entre multitud de creadores sevillanos en todos los ámbitos: volver la vista atrás y reinterpretar los modelos de los grandes maestros del barroco. 

La síntesis que Montes de Oca hizo de Martínez Montañés y Juan de Mesa, le proporcionó la herramienta perfecta para trasladar sus hondas inquietudes espirituales a unas tallas llenas de moderado clasicismo y reposo espiritual. Lejos de las idealizadas expresiones de la estética tardobarroca, artificiales y forzadas, e impulsado por un profundo espíritu religioso, Montes de Oca dio forma a imágenes reales y llenas de sentimiento con una destreza técnica sobresaliente, emanada de la gracia de Dios.

Fotos Benito Álvarez




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