Esther Mª Ojeda. Ahora que parece que después de largos debates y tras las grandes y numerosas polémicas desatadas – con todo lo que ello ha entrañado – los detalles que darán forma al nuevo marco del traslado de la Carrera Oficial se aclaran poco a poco y por lo tanto, el proyecto ha dejado ya de ser tal para convertirse en una realidad cada vez más próxima que, a buen seguro dejará a su paso una multiplicidad de anécdotas en esta primera y formalizada experiencia en el complejo entorno de la Catedral.
Digo “primera” porque sin duda para una gran parte de la comunidad cofrade será como si lo fuese, aunque por supuesto y como sabrán, no es acertado definir este acontecimiento como tal ya que, como nos recuerdan aún muchos testimonios – y más de una fotografía y documento – el pueblo cordobés ya fue testigo de ese cambio de itinerario en el año 1960. En aquel momento, la iniciativa venía enormemente impulsada por el entonces alcalde de la ciudad, el célebre Antonio Cruz Conde, pues consideraba que esta novedad sería un gran aliciente para el turismo, dado el atractivo añadido que suponía la bella unión entre los desfiles los procesionales y el privilegiado entorno de la Catedral.
En aquel primer año, el itinerario quedaba conformado de la siguiente manera: Diario de Córdoba, San Fernando, Cardenal González, Magistral González Francés, Puerta de Santa Catalina, Patio de los Naranjos, Puerta del Perdón, Cardenal Herrero y Torrijos, concluyendo el recorrido junto al Triunfo de San Rafael, lugar en el que había sido instalada la Tribuna Oficial.
En esa innovadora Semana Santa de 1960 que comenzaba en la fecha del 10 de abril, participaron hasta un total de 23 hermandades, a saber la Esperanza, el Rescatado, el Amor y las Penas de Santiago en la jornada del Domingo de Ramos; la Sentencia, la Merced y el Remedio de Ánimas en el Lunes Santo; el Prendimiento, la Oración en el Huerto y la Expiración en el Martes Santo; Pasión, el Calvario, la Paz y Misericordia en un tradicional Miércoles Santo; Caído, Esparraguero y Angustias, que saldría por última vez de su templo de San Agustín, en el Jueves Santo; la Buena Muerte – que había cambiado su itinerario habitual para adaptarse al nuevo proyecto – la Caridad, el Descendimiento, los Dolores y el Santo Sepulcro en el Viernes Santo y finalmente, como cabía esperar, la Hermandad del Resucitado en el típico Domingo de Resurrección.
El año siguiente, trajo consigo también un cambio reseñable con respecto al recorrido trazado para la Semana Santa de 1960, pues en esta segunda ocasión, la entrada a la Carrera Oficial daba comienzo en la Calle Torrijos junto al Palacio Episcopal, subiendo entonces por Cardenal Herrero hasta la Puerta del Perdón, Patio de los Naranjos, Puerta de Santa Catalina, Magistral González Francés, Cardenal González, San Fernando, Diario de Córdoba y Claudio Marcelo para terminar en la aún denominada Plaza de José Antonio, la actual Tendillas. Como es evidente, esto se tradujo en una prolongación del itinerario que creó un cierto malestar en el seno de algunas corporaciones y que encontraba su razón de ser en las quejas de los comerciantes del centro, que decían haber visto afectados sus negocios en la Semana Santa anterior.
Los años consecutivos tampoco estuvieron exentos de variaciones. En el año 1962, vistas las molestias causadas en el 61, se decidió concluir la Carrera Oficial en Diario de Córdoba aunque aun así, las jornadas de aquella Semana Santa estuvieron plagadas de sucesos destacables, como la decisión del Prendimiento de no acceder al Patio de los Naranjos debido a las dimensiones de su paso o las ausencias en la calle de las cofradías de la Expiración, la Esperanza o el Remedio de Ánimas.
La Semana Santa de 1963 tampoco desmereció con respecto a la celebrada previamente, pues a pesar de que en esta ocasión pudieron reincorporarse tanto la Esperanza como la Expiración, siguió sin hacerlo Ánimas. Notable fue también la ausencia de la Hermandad del Huerto, que había quedado disuelta en gran medida por el revés que supuso la estación de penitencia del año anterior, durante la que el paso del Señor se partió, quedando destrozado y por ende inservible. No obstante y en contrapartida, se sumó a la dinámica la Hermandad de la Entrada Triunfal que había sido refundada ahora en el Santuario de María Auxiliadora tras sus primeros años en la Iglesia de la Trinidad.
Sin embargo, después de esa última Semana de Pasión vivida en la ciudad califal, la práctica de la Carrera Oficial constituida en torno a la Catedral tocaba a su fin con la llegada de la Semana Santa de 1964, volviendo a situar el recorrido común en el centro de la ciudad tal y como había sido establecido en 1950 y abandonando definitivamente el templo mayor de la Diócesis al que solo seguirían acudiendo las Hermandades del Viernes Santo. Con esta determinación quedaban resueltos todos los problemas acaecidos, satisfaciendo los deseos de la gran mayoría de las cofradías, que habían argumentado en su favor la excesiva prolongación de su estación de penitencia así como la dificultad añadida que suponían las estrecheces de las calles aledañas, aumentando las probabilidades de ver dañado su patrimonio.
Tal y como David Simón Pinto Páez se encargaba de recordar en conversaciones recientes con Gente de Paz, con tales antecedentes, de cara a la Semana Santa de 2017 y teniendo en cuenta a las hermandades que han pisado el suelo catedralicio bien en décadas recientes o en la experiencia previa que supuso la Semana Mayor de 2016, solo cabe aguardar que el próximo año nos permita ser testigos de la que será la primera vez en la Catedral de María Santísima de la Amargura, así como de sendos titulares de la Hermandad de la Estrella – siempre dentro del contexto de la Semana Santa – y de la dulcísima Virgen de las Tristezas de la Hermandad de Ánimas, puesto que todas ellas vieron frustrados sus propósitos el pasado mes de marzo por culpa de las inclemencias del tiempo que echaron por tierra las jornadas del Domingo de Ramos y el Lunes Santo.