Raquel Medina. Córdoba amanecía con el sabor amargo de un Domingo de Ramos sin sol; con olor a tierra mojada en lugar de incienso; con charcos en el suelo en vez de cera. Córdoba se despertaba con la esperanza de que desde arriba dieran una tregua con el tiempo y poder disfrutar del Lunes Santo como primera jornada de su, nuestra Semana Santa.
Todos mirábamos al cielo pidiendo una tregua. Una tregua que no llegó ni al barrio del Zumbacón, que se quedó sin liberar su alma al contemplar el bello rostro de La Merced, ni al barrio de la Huerta de la Reina, donde los vecinos no pudieron ver pasear a la Estrella que es faro de sus vidas.
La esperanza de los cofrades se encaminó hasta la céntrica plaza de San Nicolás de la Villa, desde donde la Hermandad de La Sentencia suspendió igualmente su salida, después de que lo hiciera la Hermandad de la Vera Cruz, que nos dejó sin poder abrazar junto al Señor la cruz.
Ánimas no sorprendió en su decisión de realizar su estación de penitencia en el interior de San Lorenzo, a pesar de no haber caído ni una gota de lluvia. No obstante, impresionante el recogimiento, a pesar de los cientos de cordobeses que se acercaron hasta el Templo fernandino para contemplar al Señor de larga caballera negra y a la Señora, que bajo su baldaquino lucía espectacular.
Pero no todo fue suspendido. En minutos, la plaza de La trinidad se quedó pequeña para asistir a la salida de la única Hermandad que desafió al tiempo, la del Vía Crucis, que a paso ligero hizo la mitad del itinerario. ¡Por fin una Hermandad pisó en el 2016 la Santa Iglesia Catedral!
Una lástima que no arriesgaran las primeras de la jornada, pues la luna fue testigo, una vez más, de la noche del Lunes Santo cordobés.