José Barea. Casi en el ecuador de la Semana Santa, vuelvo a reflexionar sobre todo aquello que no me perdería de la Córdoba cofrade. Martes Santo, día de grandes misterios, sin duda una de mis debilidades de la Semana Santa.
El caminar. Sin lugar a dudas no podría resistirme al portentoso y valiente andar del misterio de la Sangre, de la Hermandad del Císter. Uno, que ya ha probado palo, sabe lo complicado que es mantener esa zancada alargada y que el paso navegue por derecho, sin irregularidades. Chapeau por la cuadrilla.
La música. Ya estuve tentado a citarles el Domingo de Ramos, sin duda hablamos de una de las agrupaciones musicales de mayor calidad musical que hayan podido existir desde el nacimiento del género. Me quedé con la espinita clavada de no escucharles en el Vía-Crucis Magno, y a buen seguro no abandonaría la ciudad califal sin que los armoniosos sones de la Pasión de Linares se colaran en mi sentido auditivo. Por supuesto, me deleitaría con la potencia y buen hacer de las cornetas de la Banda de la Salud tras el paso de la Agonía. Resulta extraño para un forastero que una banda de tal calibre sólo pise Córdoba con su Hermandad. Es para hacérselo mirar.
El detalle. Uno de los estrenos más esperados de esta Semana Santa es el del frontal del paso de misterio del Prendimiento. Un tallado valiente, bien barroco, y que con total seguridad regalará instantáneas en la calle que resultarán únicas. Promete ser un paso de los que da que hablar durante décadas, al tiempo...
El Martes Santo es el día en el que procesiona una de las Cofradías con más historia de mi ciudad. La Hermandad de los Dolores. Madre y maestra en muchas cosas, sin duda costaría despegarse de la Virgen de los Dolores cuando suenan marchas como Virgen del Valle o Jesús de las Penas tras su manto.